sábado, 29 de junio de 2013
EDITORIAL VERANO BOREAL DE 2013
La línea editorial de M.T. ha sido hasta ahora brindar una atención especial, sobre todo, al sentido iniciático de las doctrinas espirituales, sin descuidar algunos estudios más o menos académicos sobre lo mismo bien interesantes en otros aspectos. Una singularidad creemos importante es haber editado por primera vez en España y en castellano el Paramarthasara de Abhinavagupta (1) directamente traducido del sánscrito por Arcadio Rojo con expreso consentimiento del maestro Kammlesh Dutta Tripathy de Varanasi al frente de la línea Sri Vydia del Shivaismo advaita Cachemir, al cual dirigimos todo nuestro reconocimiento. En relación al tasawwuf islámico también han sido preciosas las colaboraciones del sheikh Abdelbaki Meftah de la orden Shadiliyya-Belkaidia de Argel, experto en Ibn ‘Arabi, al que igualmente dirigimos nuestro reconocimiento. Sobre el simbolismo masónico debemos agradecer también los trabajos de varios hermanos que resaltan de él muchos aspectos ignorados por la propia masonería moderna y “social”, a la espera de serle reconocida la dimensión iniciática que le corresponde por principio, aunque muy olvidada incluso por muchos masones contemporáneos.
sábado, 15 de junio de 2013
OUSPENSKY, GURDJIEFF Y LOS "FRAGMENTOS DE UNA ENSEÑANZA DESCONOCIDA" (I) *, por Boris Mouravieff
Boris Mouravieff (8 de Marzo 1890, Kronstadt, Rusia. 2 de Septiembre 1966, Suiza).Ver biografía completa en : http://es.wikipedia.org/wiki/Bor%C3%ADs_Muraviev. Durante 17 años Boris Muraviev mantiene una relación de amistad con P. D. Ouspensky. A través suyo conoce a G. I. Gurdjieff, con quién mantendrá independientemente contactos durante su estancia en Francia para después desvincularse de él y sus grupos.
El concepto que tiene Muraviev de Gurdjieff no es alagador como podría serlo en parte el de J. Evola, que admira no tanto la doctrina pero sí al personaje aún reconociendo algunas de sus brutalidades (quizá porque nunca llegó a conocerlo personalmente). Al igual que Guénon, Muraviev lo considera un auténtico peligro; lo conoce bien y a diferencia de lo que ocurre con el resto de personas afines a él y del propio Ouspensky, no está tan “sugestionado” como para no darse cuenta de lo irregular de su sistema y de la estafa de su “carismática” persona. De esa relación surge este texto, pues el autor estuvo también intensamente interesado toda su vida en la doctrina del Hombre Nuevo que predicaba también Gurdjieff desde otra perspectiva, aunque Muraviev lo hiciera exclusivamente desde la tradición cristiana oriental. Muraviev tiene del cristianismo una idea bastante afectada por el ocultismo desiminónico, como también una gran confianza en el positivisto científico, tanto que está convencido de que al final se sumará a la tradición esotérica ancestral para formar una única y misma cosa.
En cuanto a Gurdjieff y a parte de las ”originalidades” del personaje, de las que sólo podrían salvarse aquellas que colocan en su lugar las pretensiones del hombre ordinario y vulgar, su “doctrina” es una amalgama de retales extraídos de las más variadas despensas: positivismo, cristianismo oriental, sufismo, magia de salón e invenciones de cosecha propia. Solo cabe observar su personal “cosmología” (sus prolijas categorías de mundos y niveles) y su teoría de los “hidrógenos” para comprobar hasta donde puede llegar la fantasía de un personaje cuyas pretensiones rebasan toda medida y cuyos intereses nada tienen de espiritual. Es por este motivo que este tipo de personajes de “por libre” no pueden citar nunca sus fuentes ni maestros sin mentir, ni la inexistente cadena iniciática en la que están integrados.
Quedan claros en la obra los estudiados mecanismos de sugestión y manipulación empleados por la mayoria de impostores que ven compensada su nula o mediocre espiritualidad (véase intelectualidad) con ciertos recursos psíquicos de prestidigitador de bazar, los propios de cualquier lider de grupo sectario, siempre articulados alrededor de alguien tocado por los “hados” de sus propias y únicas pretensiones de ambición personal y de usufructo de los medios de vida de sus víctimas.
Estos mecanismos parecen seguir en todos los casos un mismo “protocolo” que vemos emplear a los más variados timadores de la pseudo-espiritualidad actual, personajillos que han creado una “marca personal” de esoterismo extraído directamente a veces de medios ocultistas pero apañado y amañado con nociones de más nivel sacadas, entre otros, de René Guénon, del que se apropian su liderazgo intelectual para avalar sus “programas”. Con respecto estos personajes nunca se podría estar demasiado prevenido.
I
Hablar de Ouspensky es hablar de Gurdjieff. Y hablar de Gurdjieff y de Ouspensky es hablar de la Tradición esotérica que, de manera fragmentaria, fue divulgada por uno con la ayuda sustancial del otro (1). La gran dificultad para hablar de los problemas esotéricos consiste en que nuestra civilización, analítica por excelencia, con su especialización llevada al infinito, ha llegado a crear una élite muy culta pero con la particularidad de que, en general, el intelectual no posee más que una ínfima parcela de nuestro Saber. Especialista en su rama, no tiene del resto más que nociones sumarias. Y como este resto implica al conjunto de una vida cada vez más compleja y febril, y a la que hay que hacer frente en todo momento, paralelamente a la fragmentación del Conocimiento se ha creado todo un sistema de “botones”, para que tocándolos el individuo obtenga los efectos deseados sin pasar por el estudio y el trabajo. Pagando lo que haga falta, naturalmente.
Así, el arte de vivir se resume actualmente en la adquisición de conocimientos profundos en un estrecho sector del Conjunto, lo que da ya acceso a la fortuna y a los honores, y para el resto la utilización del sistema de “botones” que responden a todas nuestras necesidades. Ciertamente, también era así en la época de los Griegos y de los Romanos, pero como el mundo antiguo no conocía la especialización a ultranza, el sector de los “botones” era mínimo mientras que el de los conocimientos profundos abrazaba la casi totalidad del Saber de la época.
El sistema de la especialización que, tanto en los estudios como en la realización no es de hecho más que una juiciosa distribución del trabajo, ha permitido las maravillas del progreso. Pero, en contrapartida, ha desacostumbrado al hombre a pensar en profundidad, si no es en un campo específico.
A su vez, esto condujo a la formación desequilibrada del hombre de élite contemporáneo: junto a un espíritu crítico muy acusado, se desarrolló en su subconsciente una insospechada credulidad en lo que quedaba fuera de su especialidad y materias afines.
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