sábado, 14 de septiembre de 2013
ARTE, ESPIRITUALIDAD Y VANGUARDIAS MODERNAS. Crítica a ciertos postulados del arte moderno (I), por Manuel Plana
El escenario histórico en el que surgen las primeras vanguardias artísticas en Europa es bastante complejo. Acoge todo un amplio cuadro de acontecimientos: el cambio de siglo (XIX al XX), las dos grandes guerras, la industrialización, la lucha de clases, la revolución rusa, la energía atómica, la fotografía, el cine, el existencialismo, el auge de nuevos espiritualismos, etc… son el caldo de cultivo donde se gestan las vanguardias. En medio de un contexto de convulsiones sociales y de valores en quiebra se busca una reforma del pensamiento, nuevos paradigmas, fórmulas y lenguajes. Se aplica un criterio experimentalista del arte y rupturista con el pasado, con la perspectiva de cambiar la mentalidad al cambiar algunos criterios. La ciencia, aplicada a un incipiente desarrollo industrial, no persigue otra cosa, y no es casualidad que en las grandes “Exposiciones Universales” de la época vayan a la par los últimos adelantos de la ciencia con las corrientes artísticas más novedosas exhibidas en los grandes Salones de Otoño y Primavera. A todo eso deberíamos sumarle el interés que despierta por Oriente y por las culturas exóticas el colonialismo europeo, a la vez que inaugura las nuevas ciencias de Antropología y Etnografía modernas. La influencia de la estampa japonesa en los impresionistas y los expresionistas, la estética oriental en el Modernismo y el Art Nouveau, o el arte africano en algunas obras de Picasso, por ejemplo, es tal que bien podrían llamarse plagios algunas, lo que no les priva de pasar como grandes obras maestras del arte moderno europeo.
Con el tiempo ese primer criterio ha evolucionado bastante, prácticamente en “el criterio del no criterio”. Y lo que ahora pasa por vanguardia es un espeso magma de nociones individualizadas bastante confusas en su mayoría. Si las primeras tenían buenos argumentos para romper con lo establecido y diseñar una “nueva era”, las últimas tendencias no hacen sino sumarse a una complicidad hasta obscena con el show-business.
La intención aquí no es estudiar todas las vanguardias ni todos los ismos, sino aquellas corrientes que inspirarían los que han defendido criterios especialmente espiritualistas o livianamente metafísicos. Y como el lenguaje de la incoherencia y del absurdo es, al parecer, el lenguaje del mundo del arte cuando se refiere a lo espiritual o cuando va de metafísico, es esa supuesta “espiritualidad” lo que interesa analizar aquí.
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