jueves, 26 de mayo de 2011
POLÍTICA E “ILUSIONISMO”. ¿La suerte está echada?, por Manuel Plana
La carta de presentación de un político no es hoy en día la que acredita una gestión eficaz y honesta de la “cosa pública” (1), ni una consciencia cabal de las necesidades de una sociedad tan compleja y heterogénea como la nuestra, ni una garantía probada a la hora de resolverlas. El político se presenta ahora como el más capaz de ilusionarse él mismo y de ilusionar, es decir, de crear ilusión en los ciudadanos. Y quede constancia que esto no lo decimos nosotros, sino ellos mismos, cosa que no ha dejado de sorprendernos, pues, confirma por un lado lo que ya se sabia y por otro revela abiertamente que la clase política no siente ya el menor pudor en admitirlo, tan poco que además lo imprime como el mejor de los reclamos electorales, de mascarón de proa a sus programas de partido, pensando quizá que al “rebaño” ciudadano les complacerá sus carismas de magos de salón, de Flautistas de Hamelín, como ha podido verse, por ejemplo, en las últimas campañas a la alcaldía de Barcelona (Febrero 2011).
En efecto, la posibilidad de ilusionar, es decir, de sugestionar, de hipnotizar, de mentalizar a la población es, ya sin disimulo, la gestión principal de la clase política, gestión más relacionada con la “magia” que con la política en sí. Pero como las intenciones son claramente siniestras, se trata más bien de un cierto tipo de “brujería”, burdo sin duda, pero no menos eficaz, sobretodo cuando los organismos de poder cuentan con todos los medios y los medias a su favor. Habrá de creerse al ministro cuando dice: “Nada de lo que está ocurriendo en el mundo, incluidos los editoriales de periódicos extranjeros, es casual o inocente” (José Blanco, Ministro de Fomento. Declaraciones en la cadena Ser, Febrero 2010). La estrategia de echar “cortinas de humo” a todo lo que no les conviene, de dirigir la atención hacia cosas fútiles enmascarando así las importantes de más urgencia, de crear diferentes “corrientes de opinión” confusas y ajenas a la realidad, enfrentándolas entre sí al mismo tiempo que “globalizando” todo eso dentro de un supuesto “pensamiento único”, si no es brujería, como mínimo es pura “prestidigitación”. Así se explica cómo millones de personas víctimas de una “abducción” colectiva, quedan incapacitadas a la hora de reaccionar cuando, además de ver contradecirse flagrantes evidencias, todo atenta contra sus intereses más vitales y legítimos.
sábado, 14 de mayo de 2011
LA PRUEBA DEL ESPEJO, por H:. Graal
En cierto punto del ritual de iniciación al primer grado del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el V:. M:. le dice al neófito: “No es siempre delante de uno que se encuentran los enemigos, los más temibles estan muchas veces detrás, ¡volveos! “. El neófito lo hace y ve su propio rostro reflejado en el espejo. Huelga decir que este gesto y estas palabras encierran profundas verdades que merecen una especial atención, como toda una doctrina espiritual relativa al simbolismo del espejo y al “conócete a tí mismo” de las antiguas iniciaciones mistéricas.
Enemigo o adversario, en efecto, es lo que literalmente significa Satán en hebreo, el cual encarna proverbialmente la tendencia contraria al sentido ascendente de la realización espiritual, es decir, la que va hacia abajo. La personalidad “profana” encarna esta tendencia, y con ella el ego psicomental (ego-ismo, ego-centrismo, etc...), que hasta no ser “desenmascarado” por la luz de la iniciación y confrontado con la verdadera personalidad o Sí mismo del ser, permanece como una falsa identidad inconsciente, o mejor “subconsciente” (o “detrás” de la consciencia) en el hombre ordinario. En la cosmología hindú (Shankia) esta tendencia descendente está simbolizada por el Guna Tamas, cuya definición aglutina la fuerza de gravedad, la inercia, la ignorancia y la oscuridad. Es claro, en este sentido, que dentro del juego de tensiones generales que configuran al ser y al cosmos, esta energía, necesaria e impersonal en el fondo, sólo representa un caso particular, pero siendo el estado “caído” el dominante en el hombre, es la que lo encierra más directamente dentro de los estrechos límites de su estado individual. En efecto, el peor enemigo es uno mismo pero en minúsculas, es decir, aquello que en él lo hace considerar “parte”, particularidad separativa, (algo independiente de todo y cerrado sobre sí mismo) por su identificación mental y psicológica con el estado corporal. En su límite extremo este pequeño “sí” o “mi” tiende a sofocar las más altas y verdaderas posibilidades del ser, el cual como sabemos, sólo es humano e individual en uno de sus estados.
jueves, 5 de mayo de 2011
LEIBNIZ Y LA TRADICIÓN HERMÉTICA
El pensamiento de Leibniz, contemporáneo del apogeo de la ciencia moderna y del racionalismo filosófico, se presenta como una singular perspectiva de lo Real por su fuerza y originalidad, aislada de su contexto histórico pero sin desdeñarlo, en una síntesis creativa nada frecuente entre los filósofos modernos.
Niño precoz y superdotado, desde su infancia no cesó de cultivar una gran erudición bibliotecaria, así como su genio de escritor compulsivo. Reconocido matemáticamente como padre del “cálculo infinitesimal”, en curiosa y agria sincronía con Newton, su filosofía podría resumirse en un intento de salvar la unidad de los fenómenos, lo universal en lo particular, lo trascendente de lo inmanente, desde su noción central de Mónada. Desde ella pretende no sólo afirmar la Unidad principial y axiomática sino sobre todo la singularidad de cada ser o criatura, según un principio de continuidad y uniformidad que supere todo dualismo (platónico o cartesiano). Todo ello en intuitiva y rigurosa concordancia con sus descubrimientos matemáticos y la novedosa idea de lo infinitamente pequeño, reduciendo todo fenómeno (extenso o sutil) a su inmaterialidad, en la medida en que no es más que pura energía o conatus, potencia y fuerza vital de cada ser.
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