Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

viernes, 13 de octubre de 2017

NOTA: ¿EXISTE “UNA” TRADICIÓN OCCIDENTAL Y “UNA” TRADICIÓN ORIENTAL?

Dada la presencia de grupos –sobretodo por internet- que declarándose incondicionales de René Guénon se reclaman igualmente herederos directos de “una”  o de “la” tradición occidental, con el cristianismo de base, entendiendo por esta tradición la Hermética, la Rosacruz, la Cábala (cristiana), el neoplatonismo renacentista y alguna otra más (disciplinas como Tarot, Astrología, Alquimia…), en tanto surgida de la Tradición Primordial pero presentando al mismo tiempo su oferta o programa “espiritual” formado por un batiburrillo de nociones simbólicas de diferentes tradiciones, incluidas también algunas orientales, citaremos al respecto lo que el propio René Guénon opina  del asunto, extraído de su artículo: Les contrefaçons de l’idée traditionnelle, (publicado en los números de noviembre y diciembre de 1936 de la revista Études Traditionelles, formando parte de varias recopilaciones posteriores):

“…es por el procedimiento “sincrético” del que acabamos de hablar, que se ha visto constituir una pretendida “tradición oriental”, la de los teosofístas, no teniendo de oriental más que una terminología mal comprendida y mal aplicada; y como este mundo –el de los “grupos esotéricos”- está siempre “dividido contra él mismo”, siguiendo la palabra evangélica, los ocultistas franceses, por espíritu de oposición y de “concurrencia”, edificaron a su vez una supuesta “tradición occidental” de mismo género de la que muchos elementos, especialmente aquellos que sacaron de la Kabala, pueden difícilmente llamarse occidentales en cuanto a su origen, sino en cuanto a la manera especial de cómo ellos lo interpretan. Los primeros presentan su “tradición” como expresión misma de la “sabiduría antigua”; los segundos, quizá un poco más modestos en sus pretensiones, buscaron sobretodo hacer pasar su “sincretismo” por una “síntesis”, pues hay pocos que hayan abusado tanto de esta última palabra. Si los primeros se mostraban así tan ambiciosos, es quizá porque de hecho, había en el origen de su “movimiento” influencias bastante enigmáticas y de las que ellos mismos habrían sido bien incapaces de determinar la verdadera naturaleza. Por lo que respecta a los segundos, no sabían más que demasiado bien que detrás de ellos no había nada, que su obra no era más que la de algunas individualidades reducidas a sus propios medios, y si llegó a darse que “alguna cosa” diferente se introdujo allí también, no fue ciertamente más que mucho más tarde. No sería muy difícil hacer a estos dos casos, considerados bajo esta relación, la aplicación de lo que hemos dicho hace un momento, pudiendo dejar a cada cual el cuidado de sacar por él mismo las consecuencias que le parecerán derivarse lógicamente.

Bien entendido, nunca ha habido nada que se haya llamado auténticamente “tradición oriental” o “tradición occidental”, tales denominaciones siendo manifiestamente mucho más vagas para poderse aplicar a una forma tradicional definida, ya que, a menos que se remonte a la Tradición Primordial, que aquí está fuera de causa, por razones muy fáciles de comprender, y que por otro lado, no es ni oriental no occidental, ha habido siempre formas tradicionales diversas y múltiples tanto en Oriente como en Occidente. Otros han creído mejor hacer, para inspirar más fácilmente la confianza, el apropiarse el nombre mismo de alguna tradición habiendo existido realmente en una época lejana, y haciendo la etiqueta de una construcción tan heteróclita como las precedentes, pues, si ellos utilizan naturalmente más o menos lo que pueden llegar a saber de esa tradición sobre la cual han aplicado su empeño, están forzados a completar eso con datos siempre muy fragmentarios, y a menudo en parte hipotéticos, recurriendo a otros elementos sacados de otro sitio o incluso enteramente imaginarios. En todos los casos, el menor examen de todas esas producciones basta para hacer resaltar el espíritu específicamente moderno que lo ha presidido, y que se traduce invariablemente por la presencia de algunas de estas mismas “ideas directrices” a las cuales hemos hecho alusión más arriba. No habría necesidad de llevar las investigaciones más lejos y de darse la pena de determinar exactamente y en detalle la proveniencia real de tal o cual elemento de un parejo ensamblaje, ya que ésta sola constatación muestra bastante bien y sin dejar lugar a la menor duda, que uno no se encuentra en presencia de otra cosa que de una falsificación pura y simple.
Uno de los mejores ejemplos que puedan darse de este último caso, son las numerosas organizaciones que en la época actual se auto-titulan “rosacrucianas” y que, va de suyo, no dejan de estar en contradicción las unas con las otras e incluso combatirse más o menos abiertamente, todo y pretendiendo ser igualmente representantes de una sola y misma “tradición”.
(…)
“Sea como sea, nunca han habido seguramente tantos “rosacrucianos”, sino “Rosa-Cruz”, como podrían contarse entre los auténticos (de antaño); añadiremos incluso que este fenómeno del “pseudo-rosicrucianismo” (y el imaginario Colegio Invisible que algunos invocan y al que dicen pertenecer), constituye en realidad una de las mejores pruebas que estas designaciones, así como la forma especial a la cual están apegadas, no están más en uso en ninguna iniciación habiendo guardado hasta nuestros días una existencia efectiva. En efecto, si hubiera aún alguna organización verdaderamente rosacruciana, tendría ciertamente a su disposición los medios necesarios para reducir a nada todas estas imposturas, y sin tener que recurrir por eso a denuncias públicas. Pero es mucho menos peligroso hacerse pasar por la continuidad de algo que pertenece enteramente al pasado, sobretodo cuando los desmentidos son tanto menos a temer cuanto ha sido siempre, como es el caso, envuelto de una cierta obscuridad, si bien que su fin no es conocido seguramente más que su origen. Y dado que –se ignora por completo- entre el público profano e incluso entre los “pseudo-inicados”, lo que fue justamente la tradición que, durante un cierto periodo se calificó de rosacruciana.”

Traducción del original francés: Manuel Plana