domingo, 19 de febrero de 2012
NOTA SOBRE EL DHARMA Y ALGUNOS DE SUS SIGNIFICADOS PRINCIPALES, por Manuel Plana
Muy a menudo se ha asimilado el concepto hindú de Dharma al de religión o ley religiosa, pero eso no coincide con lo que se trata, especialmente si tomamos el concepto de religión entendida al modo occidental, es decir, el exoterismo cristiano. En este caso, tendríamos de considerar primero que de la tradición cristiana original tan solo quedan las organizaciones exotéricas, es decir, las religiosas, como la católica, la ortodoxa, la copta, la siríaca, la etíope y tal vez algunas más que ignoramos sin contar las heterodoxas como el protestantismo y sus indefinidas ramificaciones. Además, y sobretodo por los cambios producidos en el seno del catolicismo después del Concilio Vaticano segundo, el propio exoterismo se ha visto alterado profundamente del original en su estructura ritual y en sus dogmas, lo cual lo aleja más aún del concepto universal de Dharma hindú. En efecto, las organizaciones esotéricas cristianas, es decir, las iniciáticas (considerando que el cristianismo original era una organización de este tipo y sólo más tarde devino una iglesia) han desaparecido desde entrado el S-XVII, con lo cual y desde el punto de vista de una tradición completa, falta lo más importante, el núcleo esencial y la verdadera autoridad en materia de doctrina y transmisión espiritual. Y decimos esto porque, de querer asimilarlo de algún modo o buscar el equivalente de Dharma en la tradición cristiana, tendría de hacerse, en todo caso, considerándola completa y unificada en estos dos aspectos suyos originales.
Ésta distinción entre exoterismo y esoterismo está especialmente remarcada, como se sabe, en las tres tradiciones abrahámicas, cosa que en todas las demás no está ni tan señalado ni es tan clara la distinción, aunque siempre existe en la mayoría un culto general y más o menos popular a distintos aspectos divinos, y otro de élite al Principio supremo que se desarrolla siempre dentro de vías iniciáticas, que son las que detentan siempre la autoridad espiritual más importante. En el Islam, la competencia de un ayatollah, de un ulema o de un fukaha en materia de shari’a o de fiq está bien reconocida, pero no es precisamente superior, ni la misma, ni la que atañe al sheikh-murshid de una tariqa, es decir, a las autoridades de órdenes sufíes. Éstos son guías y maestros espirituales, no especialistas tan sólo en materia de tafsir coránico o sunna profética, aunque muchas veces se da el caso de recaer las dos funciones sobre una misma persona.
Decimos todo esto antes de abordar directamente el tema, porque la noción de Dharma entendida según el modo de una tradición ortodoxa como la hindú, o mejor dicho, si la tradición en cuestión se asimila directamente al Dharma como es el caso, expresamente llamada Sanathana Dharma, tendría entonces de considerarse en sus dos dimensiones legítimas que la hacen completa, la vertical e iniciática y la religiosa u horizontal, puestos a tener que establecer esta distinción en el caso del judaísmo, el cristianismo y el Islam. Si no es así, la realidad universal que engloba la noción de Dharma se ve cortada o disminuida notablemente perdiendo todo su verdadero sentido. En efecto, la definición corriente que se da de él, de ley perenne o eterna (Lex Aeterna), de orden natural, original y universal, deviene enseguida deber moral y social exclusivamente, que lo es también, pero sólo en uno de sus aspectos particulares, pues, no es tanto por los dogmas y los deberes externos impuestos al colectivo humano por una casta o clase religiosa que el individuo puede armonizarse o se armoniza con el Todo, es decir, con la Norma cósmica, sino precisamente por algo que es de una naturaleza mucho más sutil y elevada, y sobretodo, que él mismo ya porta en sí mismo, en su interior, aunque no lo sepa. Y es este elemento trascendente e íntimo al ser mismo el que aparece diversificado en aspectos distintos al aplicarse al orden humano, social, histórico, etc… “De hecho, dice el Dr. Spicasa (en “Hitos”. nº 12, 1981), el dharma constituye un conjunto de reglas positivas de acción a diferencia de la moral occidental, que solo consta de preceptos puramente negativos, lo que revela su carácter tan contingente como inconducente para la realización efectiva de las posibilidades individuales superiores. De acuerdo a la Enseñanza Tradicional, puede definirse el dharma como los medios correctos, adecuados, eficaces y trascendentes precisamente para el logro de tales fines”. En tanto ley espiritual, norma o inteligencia cósmica, el dharma en efecto, no solo actúa de afuera hacia dentro, determinando las condiciones externas de los seres sino, sobretodo, de dentro hacia fuera, del centro a la periferia.
En todo caso, es la tradición hindú la que observa todos estos aspectos de manera quizá más neta y detallada, aunque también los encontramos igualmente muy bien especificados en el Islam (1) que, precisamente, se hace depositario de la Tradición Original o Primordial, Dîn al Qayyum, viniéndola a actualizar al final de los tiempos; y también los vemos resumidos en la noción del Te Chino (literalmente camino, vía, sendero, al igual que la palabra árabe shari’a y tariqa, que significan lo mismo). O en la Voluntad del Gran Arquitecto del Universo de la Masonería. En el Kularnava Tantra se dice: "A la primera de las cuatro Edades del Mundo le fue dada la Sruti (el Veda); a la segunda la Smrti (Dharma, Shastras...); a la tercera los Purana (epopeyas, mitos...) y a la cuarta los Agamas (textos tántricos)." (En Shakti and Shakta, Arthur Avalon. 5ª Edición. Madrás y Londres 1929. Pg. 7)
Como muchas otras nociones tradicionales de este tipo, es René Guénon en Occidente el único que da las indicaciones más claras y precisas al respecto: “Se sabe que dharma es derivado de la raíz dhri, que significa portar soportar, sostener, mantener; se trata pues propiamente de un principo de conservación de los seres, y por lo tanto de estabilidad, al menos mientras ésta es compatible con las condiciones de la manifestación, pues todas las aplicaciones del dharma se relacionan siempre con el mundo manifestado. Tampoco es posible admitir, como el autor parece esta dispuesto a hacer, que ese término pueda ser más o menos un sustituto de Atmâ, con la única diferencia de que sería “dinámico” en lugar de ser “estático”; Atmâ es no manifestado, luego inmutable; y dharma es una expresión suya, si se quiere, en el sentido de que refleja la inmutabilidad principial en el orden de la manifestación; no es “dinámico” sino en la medida en que manifestación implica necesariamente “devenir”, pero es lo que hace que este “devenir” no sea puro cambio, lo que mantiene siempre a través del cambio mismo cierta estabilidad relativa. Por otro lado, es importante destacar, a este respecto, que la raíz dhri es casi idéntica, como forma y en cuanto a su sentido, a la raíz dhru, de la cual deriva la palabra dhruva que designa al “polo”; efectivamente, es a la idea de “polo” o de “eje” del mundo manifestado a la que conviene referirse si se quiere comprender verdaderamente la noción de dharma: es lo que permanece invariable en el centro de las revoluciones de todas las cosas, y que regula el curso del cambio por cuanto no participa en él. (…) Por otro lado, Mees ( Gualtherus H. en su libro: Dharma and society. Luzac and Co. Londres.) señala con razón el parentesco de la noción de dharma con la de rita, que tiene etimológicamente la misma significación de “rectitud” (del mismo modo que el Te de la tradición extremo-oriental, que está también muy próximo al dharma), lo que nos recuerda evidentemente la idea del eje”, que es la de una dirección constante e invariable. Al mismo tiempo, este término “rita” es idéntico a la palabra “rito”, y podría decirse, en efecto, que este último, al menos en su origen, designa todo lo que se ha cumplido conforme al orden; no toma una acepción más restringida sino tras la degeneración que da lugar a una actividad “profana”, en el dominio que sea. (…) Igualmente, la noción de dharma no está limitada al hombre, sino que se extiende a todos los seres y a todos sus estados de manifestación, es por lo que una concepción unicamente social no podría ser suficiente para permitir comprenderla a fondo: ésta no es más que una aplicación particular, que jamás debe ser separada de la “ley” o “norma” primordial y universal de la que no es sino una traducción en modo específicamente humano. Sin duda se puede hablar del dharma propio de cada ser (swadharma) o de cada grupo de seres, tal como una colectividad humana por ejemplo; pero esto no es a decir verdad más que una particularización del dharma con relación a las condiciones especiales de ese ser o de ese grupo, cuya naturaleza y constitución son forzosamente análogas a las del conjunto del que forma parte, ya sea este conjunto cierto estado de existencia o incluso la manifestación entera, pues la analogía se aplica siempre a todos los niveles y a todos los grados. Se ve que estamos aquí muy lejos de una concepción “moral”: si una idea como la de “justicia” conviene a veces para traducir el sentido de dharma, ella no es sino en tanto se trata de una expresión humana del equilibrio o de la armonía, es decir, de uno de los aspectos del mantenimiento de la estabilidad cósmica”. (2).
En efecto, no es difícil entender que siendo la manifestación íntegra un “cosmos”, es decir, un orden inteligente y sabio, explícito e implícito, todo en ella se halla regulado de manera perfecta en todo momento y en todo lugar, desde lo visible a lo invisible, de lo más sutil a lo más palpable, de lo atómico a lo sideral, y que las leyes físicas o biológicas, por ejemplo, no son sino modos particulares de esa Norma universal y perenne, y que una sociedad tradicional, es decir, plenamente consciente de ese orden, no es ella misma sino un modo de esa misma norma, asegurando una ecuación lo más perfecta posible con ella en su modo de vida.
Si aquí se está lejos de cualquier punto de vista moral igualmente se está lejos de cualquier tipo de azar; la idea de dharma anula toda hipótesis de un azar en el desenvolvimiento cósmico y en el orden de manifestación y desarrollo de los seres y del devenir, como toda “selección natural” y de evolucionismo “progresista”. Lo que llamamos azar, es una ley de causalidad “vertical” –que no “casualidad”- que ignoramos porque no sigue las pautas sucesivas de causa-efecto acostumbradas, ni un patrón de regularidad horizontal del que pudiéramos preveer los efectos. (3) Y en cuanto al libre albedrío y el determinismo, ambos juegan simultaneamente su papel, ya que la única libertad de la que dispone realmente el individuo es la de seguir su verdadero dharma de buen grado –en “positivo”- o seguirlo igual pero a la fuerza –en “negativo”.
Sobre este mismo punto, Sri Siddarameshwar Maharaj, maestro de Nisargadatta Maharaj, en su libro La llave maestra de la realización del Ser, C-I, dice: “De todos los conocimentos, el conocimiento del Sí mismo es el más noble; y de todos los dharmas el swadharma es el más noble. (…) El santo Swami Ramdas dice: “Si hay alguna religión en el mundo que sea la más noble de todas, es el swadharma, es decir, vivir en la propia naturaleza de uno”. Vivir en la propia naturaleza innata de uno es swadharma, sea cual sea la casta, la religión o la nación a las que un hombre pertenezca. Para comprender el swadharma, uno debe entender que existe en todas las formas de vida, ya se trate de una hormiga o de un insecto. Sólo esto es swadharma, y todos los demás cultos que se presentan como religiones son paradharma, es decir, son religiones de lo que no es el Sí mismo, o que son extrañas al Sí mismo. Estas religiones establecen ciertas reglas y métodos que son ajenos a nuestra naturaleza real. Así es como podemos definir swadharma y paradharma. (…) El Señor ya nos aconsejó en la Bhagavad Gita: “Es mejor morir en el swadharma. El dharma que es extraño está lleno de peligros. Si viene la muerte mientras uno trata de realizar el swadharma, eso es preferible a seguir ese dharma que es extraño al Sí mismo. (…) Todo ser humano tiene derecho a seguir el swadharma, su propia naturaleza, donde no hay ninguna tentación de goces celestiales, ni ningún miedo de sufrimiento en el purgatorio, y donde la esclavitud y la liberación no tienen ningún significado. (…) El Señor Krishna aconsejó a Arjuna: “Deja a un lado todas las religiones y ven a buscar refugio dentro de Mí. Ven a Mí abandonando todas esas religiones, que sólo crean obstáculos en la senda para llegar a Mí. Busca refugio en Paramatmâ que es de la naturaleza del conocimiento. Te habrás realizado a ti mismo cuando Me alcances, y para ti ya no habrá nada más que hacer. Todo el karma, ¡oh hijo de Prutha!, se agota en el conocimiento del Sí mismo. (…) No hay nada en el mundo tan sagrado como el conocimiento del Sí mismo. Todo otro “trabajo” o “acción” es insignificante. En este contexto, uno no debe pensar que todos los demás tipos de conocimiento o acciones, excepto el conocimiento del Sí mismo, no tienen ningún valor o carecen de resultado. Sin embargo, no son de ninguna ayuda para el cumplimiento del swadharma. No es que no sea posible obtener resultados, tales como un hijo o ganar el cielo, por medio de la realización de sacrificios. Por el estudio de las escrituras uno deviene proficiente, y es posible que uno aplaque a las diversas deidades adorándolas. Incluso si esto es así y se supone que todas estas acciones son meritorias en este mundo práctico, no obstante se presentan como obstáculos mientras no se ha realizado el Sí mismo y no derrame Su Gracia.”
Para resumir un poco todo lo dicho a propósito de este tema, vemos primero que Dharma y Swadharma no son diferentes, el primero se refiere al orden o norma cósmica general y el otro a la microcósmica, siendo ésta última tan sólo una especificación de la otra. Ambos armonizan al individuo con el Todo, haciéndolo de hecho una expresión suya reducida, expresando en lo particular y en lo general una misma Voluntad universal, la cual se manifiesta por excelencia en la verdadera naturaleza original de los seres y de cada ser en particular, lo que en el Islam se llama al-Fitrah refiriéndose, en el caso del hombre, no precisamente a su ego mental, social y mudable sino a las posibilidades de su personalidad espiritual sintetizadas en su sí-mismo. La importancia dada al Swadharma radica precisamente en la fidelidad y espontaneidad en seguir la norma que imprime en cada ser la naturaleza propia de su sí mismo –que no es otro que el único y verdadero Sí-Mismo- y no otra diferente y extraña, cumpliendo así la Voluntad del Cielo de manera directa. Sin embargo, hay que reconocer que esto puede llevar a engaño, pues la discriminación efectiva (Viveka, Furqan…) entre lo que es el ego psicológico y social, verdaderamente externo y “pegado” al ser, y lo que es el Sí puramente espiritual y del que deriva directamente la naturaleza propia –la cual impregna y cualifica igualmente las posibilidades sutiles del individuo- no es cosa fácil y menos para alguien que no está integrado a una vía espiritual; como dice Siddarameshwar Maharaj en el mismo texto: “…si admitimos el sentido corriente de Swadharma pueden producirse absurdos. Tomemos, por ejemplo, el caso de una prostituta que cree seguir su propia naturaleza ejerciendo su oficio. Ella enseñará la misma vía a su hija, que tendrá la misma convicción de seguir su propia naturaleza. ¿Quién sabe si, un día, alguien amante de las mujeres no incluirá la vida de esta mujer en un libro sobre la vida de los santos?” Lo mismo podría decirse de cualquier “oficio” o actividad que de algún modo atenta al dharma general o al swadharma del individuo, (aunque para el caso citado, ya se sabe que en algunas culturas tradicionales la prostitución ha revestido, temporalmente a veces, un carácter sagrado, del mismo modo que la virginidad); en el caso del individuo, toda tendencia que vaya en contra de las posibilidades más nobles de su vocación propia y real, (considerando también que “tendencias” y “vocación” son cosas distintas), será en perjuicio del swadharma. Señalemos, no obstante, que el individuo como tal y en tanto “ego” jamás “actúa” realmente, sino que tan solo reacciona, sea a impulsos internos, bien a estímulos externos o a tendencias heredadas (que muchas veces se confunden con esos “impulsos internos”, es decir, propios); si no reconoce claramente lo que en él es prestado de lo que “es” propio, no será nunca sino un títere de fuerzas que, escapando a su comprensión, operan a través de él y que una vez desencadenadas son bastante difíciles de armonizar. “El individuo limitado es responsable de sus actos. Él posee un ego y tiene la impresión de que es él quien actúa. Cuando tiene la impresión de ser el agente, entonces es responsable de sus actos. Si él sintiera verdaderamente que el Señor Siva es el autor de los actos y que es Él Quién actúa, entonces en ese caso no sería responsable de sus actos. Pero en ese momento, bien seguro que le sería imposible actuar mal”. (4)
Paradharma es la ley o religión de “lo que no es el Sí”, la religión del individuo social y de las iglesias seculares, hecha de reglas y prescripciones extraños en el fondo a la naturaleza real del ser pero necesarias para la convivencia; de hecho tiene más que ver con una legislación pública de carácter moral que con lo verdaderamente espiritual, aplicándose a todos los individuos por igual encarados como un todo homogéneo y uniforme no diferenciado, a excepción de las sociedades con régimen de castas para las cuales hay diferentes normas para cada una.
De hecho el Paradharma no busca una realización espiritual efectiva para el individuo humano, sino tan solo una manera de hacerlo participar en una perspectiva de lo sagrado favorable a su vida social terrestre y también póstuma, armonizando sus costumbres y sus relaciones con el prójimo mediante códigos sobretodo morales que tan bien ejemplifica, por ejemplo, el decálogo mosáico: no robarás, no matarás, etc…Naturalmente, eso trae aparejado un concepto de Dios apto para las mentes más sencillas: “Es así inevitablemente, que si Dios es un inabordable potentado que está allí afuera dando órdenes misteriosas, esta clase de religión es enteramente apropiada a la situación cósmica. Lo mejor que puede decirse del legalismo ritualista es que mejora la conducta. Hace poco, sin embargo, para cambiar el carácter y nada de por sí por modificar la consciencia”. (5) Es por ello que, desde esa perspectiva, el individuo humano necesita de intermediarios para conectar concientemente con lo cósmico y lo espiritual, dando falsamente por supuesto que está desconectado. (6) Así, el Paradharma se hace necesario en periodos de gran oscurecimiento de la consciencia espiritual y de decadencia del amor y la comprensión entre los seres, ejerciendo sobre ellos una acción general de protección, pues es evidente que cuando ha de venir un Enviado o un Profeta a decir a los hombres que no se maten, ni se roben ni se estafen, es que la cosa está muy mal. Por último, el Sanatana Dharma, es la Verdad primordial, la Tradición o la Norma original, valedera a perpetuidad y de la cual los demás dharmas son aspectos suyos más o menos particulares. En cuanto al Adharma, es la no-ley de los que van en contra del Dharma, al menos en la medida que ellos lo creen así. En el Islam, todo lo que va a favor del Dharma, es decir, del Dîn, es Halal, y en contra es Haram. Recordar, por último, que existe Dharma, ley, normas y condiciones, allí donde existen distinciones, es decir, en el orden de lo manifiesto y aparentemente dual. En lo inmanifiesto, la unidad y lo no-dual, no podrían existir leyes ni dharmas ni distinciones; este sería el sentido superior del adharma.
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1.- Con la noción de Hâqiqa (Verdad, Realidad), Dîn (Ley, Norma divina), Dîn-al-Qayyum (Ley o Norma Original, Tradición Primordial), Dîn-al-Fitrah (Naturaleza Original, Primordial, Verdadera), Shari’a (Vía, Camino), etc… En el Islam, la noción de Dharma está sintetizada en el término Dîn; la Shari’a, por ejemplo, es el Dîn o Dharma islámico, aunque por sus características, no está cerrada exclusivamente al mundo árabe sino que es universal.
2.- Estudios sobre hinduísmo. C-V.
3.- En un Universo multidimensional, tan familiar y tan misterioso al mismo tiempo, donde lo más espiritual coexiste con lo más material, donde la propia individualidad de los seres no es sino un estado, es decir, un modo entre otros muchos de manifestarse algo que no es individual, el devenir de los seres en ese estado, su nacimiento y su muerte, su circulación por los diversos mundos, sabido que son apenas coagulaciones momentáneas, es algo que sigue necesariamente unas pautas bastante ajenas a sus preferencias particulares, a sus sentimientos, a sus deseos y muchas veces a sus intereses. De ahí que los conceptos ordinarios de bien y mal para explicar muchas cosas que suceden no puedan explicar realmente nada. Sólo escapando del circuito de la dualidad es que podemos atisbar la verdadera Voluntad no-dual del Altísimo, cuya Misericordia infinita está consignada no solo por todas las tradiciones espirituales conocidas, sino por la experiencia constante de todo cuanto fluye.
4.- Swami Lakhsman Jî. Le Secret Supreme. Shivaisme de Cachemir. C-X. Pg.74. Les Deux Océans. París. 1989.
5.- Aldous Huxley. La Filosofía Perenne. pg. 29
6.-A diferencia de la mayoría de tradiciones, el Islam excluye todo intermediario humano entre el fiel y Allâh, a excepción del Profeta (slaws) en sus oraciones.