Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

LOS PECES NECIOS: Antiguo cuento sufí atribuido a An-Nasafi.

Se preguntaban unos peces qué era el agua. El barbo decía: es una materia desconocida. La carpa: es un invento de los sofistas. La trucha: es un poder invisible. Querían saber más  y para salir de dudas decidieron buscar a un pez sabio. Encontrarlo no les fue fácil, pero al fin dieron con uno. Él les dijo: El agua es vuestro elemento vital y también vuestro sustento. Os penetra  y os rodea por todas partes, vivís y nadáis dentro del agua, por eso no la veis.  Ellos se miraron extrañados; este pez está loco y desvaría, se dijeron entre sí, y marcharon decepcionados.
Comentario:


El cuento es una bonita metáfora de esas criaturas que discurren y discuten sobre la verdad pero que no les interesa para nada conocerla, se conforman con la suya propia a pesar de ser falsa y de profesar ocasionalmente una cierta curiosidad hacia la auténtica.

Los peces buscan tan sólo una confirmación a sus propias conclusiones. No quieren saber la verdad sino quién de los tres tiene razón. Por ello la revelación del pez sabio no les convence, disloca sus expectativas ya previamente aceptadas.

La revelación es de una deslumbrante evidencia para cualquier ser humano pero no para un pez que, sólo llegando a sabio, puede conocer el misterio del líquido elemento. El hombre sabe que el aire es su elemento, como el agua el de los peces, pero no cree que otro elemento superior lo envuelva, como el aire al agua, y que acaso sea el medio de vida de seres superiores que, de vez en cuando, lo observan exactamente igual que él a los peces.

La verdad clara y desnuda no hace mella en un alma atiborrada de prejuicios, saturada de resabios y de supuestos previamente acreditados. El peor prejuicio es sin duda el más asumido, el más inconsciente, el más “normal”. Más que la verdad se buscan pruebas que justifiquen nuestras expectativas previas, que las evidencias se acomoden a nuestros intereses. Por lo visto hay que estar preparado no sólo para comprender la verdad, sino simplemente para aceptarla.


(En su versión original es bastante más corto; esta última ha sido ampliada y comentada por Shuhud al-Ahad)