Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

jueves, 11 de noviembre de 2010

DIESTRA Y SINIESTRA. NOTA SOBRE EL SIMBOLISMO CORPORAL, por Manuel Plana

La analogía que todas las sociedades tradicionales observan entre el hombre y el cosmos, hasta el punto de llamarlos, respectivamente, micro y macrocosmos, es algo más que una simple relación “natural” y también que una ingenua metáfora, para ellas son la expresión, reducida  y ampliada, de una misma Realidad . Que “el hombre es la medida de todas las cosas” (Protágoras) evidencia en la cultura occidental este hecho común en la Tradición unánime, que la constitución del universo la lleva el hombre impresa en sí mismo, conjuntamente con todas las posibilidades que implica. El hombre, tomado aquí como paradigma, no se refiere al mero estado corporal, a su individualidad psicofísica, que es lo que menos lo diferencia, precisamente, de los animales, sino al Hombre total, al hombre anímica y espiritualmente completo.(1) 

Esa perfección primordial, después perdida, incluye esa totalización o síntesis de posibilidades que incluyen los diferentes “mundos” o estados que componen la manifestación universal, actualizados en el Hombre perfecto, grado espiritual o “don original” solo accesible a través de un proceso iniciático de realización a partir de cierto momento.

Es congruente con este pensamiento que, hasta cierto punto, el hombre antropomorfice su ámbito cósmico, pues en relación a él es su unidad de medida, su patrón, y de igual modo, que él mismo y su sociedad se “cosmogonice”, se atribuya e imite comportamientos del cosmos astral y telúrico, ellos mismos símbolos de la realidad espiritual y la sensible, del Cielo y de la Tierra. En el lenguaje común y en el culto, en la toponímia, los patrones de medida, las herramientas, los instrumentos, etc… se encuentran indefinidas evidencias de un simbolismo corporal del que aquí estudiaremos tan solo el relacionado con las manos.

Aunque representando la esfera más densa y limitada del Hombre total, del Adam primero, el estado corpóreo también lo representa a su nivel, también sintetiza a su modo la totalidad, como asimismo lo hace el universo sensible con respecto al sutil invisible. En un cosmos a escala donde “todo está en todo”, cada realidad particular y en especial cada estado de la realidad, resume, de manera limitada y más o menos “perfecta”, el plan general total según un arquetipo idéntico. Y esto es evidente en la medida que el cuerpo es parte también del microcosmos, y cada una de sus partes igualmente lo resumen, como una imagen “fractal”; no es que llevemos impreso el destino en el rostro o en la mano, es que el propio cuerpo es el mapa, el destino o el punto de detención y retorno del gesto creador, y como tal, un compendio material de todo lo precedente.

De la palabra mano deriva directamente “manualidad”, que engloba todos los oficios y actividades que pueden realizarse con ellas. También “manual”, ligado directamente al libro, códice, breviario o recetario, fácil de “manejar”, es decir, de consultar y usar con las manos. Patrones de medida inspirados en la mano tenemos en castellano el palmo, la pulgada, como la braza y el codo lo están en el brazo, o el pie en el pie. En cuanto a los dedos, da buena cuenta la moderna cultura “digital”, fragmentada en “dígitos” indefinidamente combinables cuya traducción visual son los “píxeles”. En la antigüedad mediterránea los “dáctilos” eran sacerdotes poetas que consignaban los oráculos en forma de verso, dando nombre al pié de poesía compuesto de tres sílabas que se medían con las tres falanges del dedo.

La palabra que designa la mano derecha, la diestra, se utiliza para señalar cualquier habilidad (ser diestro), ya sea manual o no, confirmando la “destreza” como cualidad de perfección. También el aprendizaje de diferentes disciplinas se le llama adiestrar, adiestramiento (2). Es con la mano derecha, en efecto, con la que normalmente se efectúan las labores manuales más delicadas y que más precisión exigen, es activa, mientras que la izquierda es pasiva, carece de la habilidad de la otra, actúa de sostén, fuerza, resistencia y complemento de la derecha. Sin embargo, en algunos oficios y prácticas la función se invierte; cuando se labra o se esculpe, la izquierda sostiene y dirige el cincel, la gubia o el formón, y la derecha golpea. La precisión de la talla la determina la izquierda, mientras la derecha imprime la fuerza.

El sentido de lo diestro y lo siniestro adquiere distintas acepciones, se asimila a lo recto y lo torcido, lo luminoso y lo tenebroso respectivamente; mirando al sol de mediodía desde el sur, la derecha se sitúa al Este y la izquierda al Oeste, puntos donde nace y muere el Sol. Esta fenomenología astronómica está, por cierto, directamente involucrada en el carácter activo y pasivo de las dos manos, y también en el sentido de la escritura entre pueblos de diferentes puntos cardinales. Las lenguas occidentales se escriben de izquierda a derecha, algunas orientales de derecha a izquierda, otras de arriba abajo y de abajo hacia arriba.

Lo derecho (lat. directus, directo, recto) es lo recto (droîte en francés significa las dos cosas a la vez) y la dirección correcta se indica con el dedo índice, de donde “indicar”. Enderezar es también hacer recto lo torcido, rectificar. La parte izquierda o siniestra señala en general la mala dirección o la “mala inclinación” (Yetzer Hara, uno de los nombres de Satán en la Cábala), el camino difícil, tortuoso, oscuro. La mano izquierda indica en la Quirología todo lo que en el individuo es pasivamente adquirido y todo lo que conlleva de potencial, situándose bajo la influencia lunar, mientras la derecha es solar y la que actualiza, lo que es en acto.

Un siniestro es una desgracia, algo funesto; la mano izquierda, en las diversas representaciones sagradas, es la mano de Rigor, la que señala la Ley en la figura de Libro de la Ley sagrada que, entre otras cosas, es el conjunto de condiciones constrictivas que impone necesariamente toda sacralización de lo profano, todo ordenamiento de lo amorfo. La mano derecha es la de la Gracia, la que “bendice”, comunica y transfiere las influencias espirituales, es misericordiosa y su acción es expansiva.

Vinculado con esto y con la mano derecha está el “derecho”, es decir, la justicia y sus leyes y que, hoy por hoy,  no es sino un discurso, más retórico y oportunista que “racional”, sobre el concepto de legitimidad y equidad. Parecería una analogía inversa siendo la izquierda la mano de la Ley, pero suponemos que aquí el derecho se refiere directamente a la parte “positiva” de la ley, la de los “derechos”, mientras que la “negativa” serían las obligaciones. El derecho, en tanto oficio de jurisprudencia y abogacía, es “la facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o autoridad establece a nuestro favor”, dice el diccionario. Aquí el derecho que se trata es, en efecto, el de lo que va a nuestro favor, el que dictan los convenios sociales de las sociedades modernas, estatutos, acuerdos, estrategias y compromisos pragmáticos que se aprueban o derogan según conviene.

 El derecho divino (3) incluye, amén de una economía de medios y elementos materiales, otros que ningún sistema de derechos puramente humanos podría ni sospechar, elementos que de ignorarse, devienen decisivos en el desarrollo mismo de esa sociedad en una u otra dirección. Una sociedad ignorante del fin último de la existencia y de las prerrogativas espirituales del ser humano, es una sociedad ya enferma y condenada al fracaso desde su mismo comienzo.

Coloquialmente, el concepto de derecha e izquierda tiene ahora y desde hace mucho tiempo una connotación directamente política, al definir los dos extremos del mismo baremo democrático que rige nuestras sociedades modernas más “avanzadas”, una polarización simplista más facilmente digeririble por la masa. Pero aquí las tornas han cambiado sensiblemente, sobretodo en países de fuerte persistencia socialista; la izquierda solo es siniestra para la derecha,  y viceversa, la verdaderamente siniestra es, para la izquierda, la derecha. Según la “leyenda urbana”, ésta última no encarna sino el conservadurismo liberal, rancio, elitista y sentimental de la burguesía acomodada, la “patronal”, fijada en un costumbrismo de valores familiares y morales de inspiración religiosa pero materializados. La izquierda encarna valores igualmente materiales, pero laicos, anticlericales y colectivistas, inspirados del racionalismo francés y del comunismo proletario; nacida en ámbitos obreros, tiene la impronta del reivindicacionismo sindical y del igualitarismo social y mecanicista.

Pero estas etiquetas apenas hacen justicia a lo que se refieren; hoy en día, partidos de derechas están aplicando programas económicos, sociales, etc…propios de la izquierda y viceversa, políticas de izquierdas con métodos de la derecha. Y es que estas definiciones son ya desde el principio bien relativas y engañosas, pues, se trata de una misma entidad con dos rostros diferentes pero cada vez más desgastados. En ambos casos existe un verdadero culto a la modernidad, a la ciencia empírica, a la tecnología, al industrialismo, a la supresión de los derechos más elevados del hombre por los más bajos y materiales. Bien eficaces a un nivel, la propia ecología y el ecologismo son también instrumentos de manipulación política dirigidos a distraer la atención sobre las verdaderas causas de los desmanes actuales en todos los órdenes. Una encarna el individualismo egocentrista, la otra el colectivismo ególatra, una es un estado capitalista, otra un capitalismo de estado. (4)  El único y verdadero dios de ambos es la vida material y el ego animal-humano, y el hombre una “unidad” del colectivo. 

En línea con esto último y ya para concluir, podría añadirse que de la palabra mano proceden también los verbos manejar, maniobrar y manipular, lo cual no hace falta que se haga con las manos, puede hacerse de muchas maneras diversas, la más inteligente es, sin duda, la que resulta imperceptible para el propio sujeto manipulado, pues el poder de sugestión impuesto es más fuerte que su capacidad de reacción consciente.


1.- Es el Adam Kadmon de la Cábala hebraica, el Insan al Kamil del Sufismo, el Chen-Jeng del Taoismo, el Dionisio Zagreo griego, el Purushotama hindú , etc…

2.- Curiosamente, en catalán, la misma palabra es “ensinistrament”, en referencia a la mano izquierda o “siniestra” y no a la diestra, seguramente por el sentido de rigor y rigurosidad que tiene el aprendizaje de cualquier disciplina. También en la tradición China, la mano izquierda tiene preeminencia sobre la derecha, al ser la no-actuante.

3.- El Derecho divino contempla la igualdad de los seres humanos solo ante Dios, Él no hace acepción de personas y no juzga las formas ni los comportamientos sino los corazones. La variedad de naturalezas humanas niega todo igualitarismo literal, la única y verdadera igualdad solo existe fuera de la manifestación, en el dominio de la Unidad pura e indiferenciada. La sociedad, como un cuerpo u organismo, lo compone esa variedad de naturalezas humanas que, si por lo mismo, conforman una organización jerárquica, no por ello es menos “natural” y lógica. Se trata de que cada tipología humana se realice precisamente por lo que individualmente es y está capacitada naturalmente, es decir, por vocación.
Adviértase que la imagen alegórica de la Justicia moderna lleva los ojos vendados, administra el rigor y la misericordia implícitas en la Ley de manera uniforme, homogénea, prácticamente mecánica. Pero es que una justicia “ciega” no podría hacer otra cosa. Quizá sin quererlo y con todas las buenas intenciones, la justicia ciega se torna naturalmente injusta en su torpe aplicación. Otra cosa es la igualdad relativa, entendida como las mismas obligaciones y derechos generales que todos tenemos como individuos con respecto a la ley y a la constitución de cada país, cosa que va de suyo, pero el verdadero “derecho” del ser humano va mucho más lejos que eso, “no solo de pan vive el hombre”.

4.- El comunismo, en efecto, es un capitalismo de estado colectivista, y la derecha un capitalismo individualista de estado, en ambos casos, se trata de la misma desviación y del mismo falso concepto moderno de “estado”. Resultado de la fragmentación del modelo de unidad tradicional de sociedad, vienen los estados y las naciones, que no son sino agrupamientos de intereses puramente humanos, materiales, territoriales y ahora practicamente folklóricos. La lengua y la cultura originales dificilmente están presentes en esas pretensiones, se confunden los residuos de antiguas culturas con esas culturas mismas, lo que les da siempre un aspecto paródico. Tampoco está definido aún el concepto de estado o nación, fluctúa según las tensiones internas que lo animan y los intereses que se persiguen, los propios de una sociedad humana dividida y en permanente conflicto de intereses, sin valores espirituales, sin un programa común y sin idea ni fe en ningún “estado superior” y una dirección otra que la material, una sociedad prácticamente mecanizada a la que desde el poder se pretende, ante todo, “ilusionar”, sugestionar, para después numerar, contar, medir, etiquetar, controlar, utilizar, manejar, manipular, usar y dirigir por todos los medios posibles, “políticamente correctos” o no.