Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

jueves, 17 de noviembre de 2016

CERRADURAS EN FORMA DE CORAZÓN, por H:. Graal

La forma de corazón que presentan muchas cerraduras que decoran las puertas de los templos e iglesias antiguos, y también de muchas viviendas civiles de la época, es un modelo ya presente en la Edad Media (seguramente muy anterior) pero que prolifera especialmente a partir del siglo XVII al XIX, impulsado sin duda por el culto cristiano del Sagrado Corazón de Jesús (1).  Este modelo puede variar; se presenta bien sólo, flamígero, irradiante o con diferentes emblemas añadidos, como una corona en la parte superior, una cruz, etc... Es muy interesante encontrar en una sola pieza diferentes símbolos ligados por una misma analogía: la puerta y el pasaje, el corazón y el centro, el cerrojo y las llaves, amén de otras decoraciones añadidas.  En todo caso es bien conocida la importancia que tienen todos esos elementos dentro del simbolismo sagrado de la mayoría de tradiciones, que aquí se reúnen para formar una especie de síntesis o compendio del proceso iniciático mismo. 

No nos extenderemos sobre el simbolismo de la puerta, solo recordar que el Verbo en el cristianismo, el Logos platónico, es el arquetipo espiritual de la puerta, por la que se accede al Reino de los Cielos y al Padre. Y dado que este Reino "está dentro de nosotros", su aplicación microcósmica coincide igualmente con el corazón, centro del ser y sede vital del organismo, el cual es también aquí la cerradura de una puerta.  En el caso del templo, esta puerta comunica un espacio sagrado con otro ordinario;  en el caso del microcosmos, es el centro del estado humano el que comunica con el Corazón del Cielo, así llamado en muchas tradiciones distintas al Sol como representante sensible del Principio divino, pues, efectivamente, por su papel vivificador y central su función natural es análoga a la del corazón en el organismo.   Es por el centro del estado humano, por el corazón, que el ser comunica con el Eje del Mundo, es decir, con otros estados superiores del Sí mismo y la realidad universal, totalmente inaprensibles fuera de ese centro.

La cerradura es también el corazón de la puerta, aquí ostensiblemente señalado, y es a través de ella que aquella se abre o se cierra.  El propio mecanismo de la cerradura, uno de los más antiguos quizá, se compone de un pasador o eje que atraviesa unas armellas perpendiculares a él.   A pesar de que el sistema puede variar indefinidamente en la forma, de la más rudimentaria a la más sofisticada, la imagen del mecanismo la sintetiza la cruz.  En este caso, es la llave la palanca que impulsa en una u otra dirección a este eje, el pestillo, abriendo y cerrando la puerta.  A su vez, el "ojo de la cerradura" es también el corazón de la misma, por donde penetra la llave, símbolo también axial, ya que siempre es perpendicular con respecto al plano de la cerradura y de la puerta.  En muchas doctrinas se compara el despertar espiritual con la apertura del "ojo del corazón", el cual es también el "tercer ojo". 

El diseño más normal de la llave, aunque de variantes indefinidas,  es siempre  el de un eje metálico rematado en un extremo por un asa de forma circular y por el otro por una guarda formada por un juego o código de dientes de diseños indefinidos, que se acoplan justamente al mecanismo de la cerradura, paredro cóncavo y femenino de la llave, lo cual nos lleva también al simbolismo sexual del artefacto y a la necesaria cópula que realizan dichos elementos a la hora de abrirse o cerrarse la puerta.  El diseño de estas guardas es igualmente en muchas culturas tradicionales, simbólico, ya estén inspirados en la geometría, en la caligrafía, etc...   

El simbolismo de las llaves, ligado al de las puertas, es muy importante en diferentes tradiciones; iniciaticamente revela los puntos de conexión entre los diferentes estados que integran el ser y los modos de acceso.   Entre los antiguos romanos las dos llaves, una de oro y otra de plata, son atributos del dios Jano (de donde Enero, primer mes que "abre" el año), prototipo simultáneo de la autoridad espiritual y el poder temporal, patrón de los Misterios y las iniciaciones, como de los gremios artesanales o Collegia Fabrorum, respectivamente de los Grandes y los Pequeños Misterios.

Hemos visto que a través de un "giro", es decir, de un cambio de dirección o polaridad, la llave abre y cierra la puerta, operaciones que en la Alquimia Hermética equivalen al Solve et Coágula, (espiritualizar la materia y materializar el espíritu, disolver lo fijo y coagular lo volatil), siendo las principales de la Gran Obra o realización espiritual.  Bajo este mismo aspecto, el poder de las llaves se asimila también al de los nudos y lacerías, los cuales ligan y desligan, sujetan y liberan, y cuyo simbolismo tiene muchas aplicaciones diversas según el orden de referencia, aunque todos ligados a la dualidad cósmica y a las condiciones de los diferentes estados del ser.  

El ojo de la cerradura tiene comúnmente la forma de un rectángulo vertical rematado por un semicírculo, muchas veces en forma de herradura, modelo que además de ser la réplica en negativo del perfil de la llave, resume admirablemente no sólo el diseño de la propia puerta, coronada siempre por un tímpano en las iglesias medievales, sino del propio templo, imagen arquitectónica del cosmos, esférico como el cielo en su parte superior  y cuadrado en su base como las cuatro direcciones del espacio terrestre.  En este caso y sin salir del mismo simbolismo, tratándose de un corazón, es oportuno hacer una aproximación entre esta abertura u "ojo de la cerradura" y la herida en forma de letra Yod que presentan muchos emblemas del Sagrado Corazón de Jesús, y de la cual Guénon, comentando a Charbonneau-Lassay, habla expresamente en el artículo antes citado, letra que simboliza la presencia divina en el centro interno del ser.  En todo caso, la herida, como el ojo de la cerradura son, al modo de la puerta, una abertura que comunica dos espacios, una forma de conexión.  En tanto herida, esta forma esta ligada directamente al caracter sacrificial del rito iniciático y la realización espiritual, la cual en sus fases y operaciones, reitera el sacrificio cósmico primigenio, por el cual todas las cosas son producidas por la diversificación de la Unidad.  La reiteración ritual de este sacrificio, su psicodramatización humana, “reune lo disperso”, renueva y actualiza este hecho, es decir,  la cosmogonía, operando a la inversa la reintegración de  todos sus elementos en la unidad de su principio universal. 
 La letra hebraica Yod posee en la doctrina de la Cábala una gran importancia ya que se trata de la letra-germen, el origen formal de todo el alefato.  Tiene la forma de una llama, también la de un germen y como hemos visto de una herida de arma blanca, de espada, puñal o lanza,  la cual haría aquí la función de llave, con la cual comparten un mismo caracter axial.  Antes de ser substituida por la letra G de god, Dios en inglés,  estaba en el lugar que ésta ocupa ahora en el centro de la Estrella Flamígera o Pentagrama, símbolo de un importante grado iniciático de la Masonería y en general del microcosmos entre otras cosas.  El valor numérico de esta letra es 10 y en los otros alfabetos se corresponde con la i o a veces con la j, letras igualmente axiales, como la llave.  El número diez es el de la totalidad afirmada, la expresión completa de la unidad realizada en lo múltiple, realización que igualmente permite, a la inversa, la reintegración de todo en su unidad primordial, 10 = 1+ 0 = 1 (2).  La imagen de este número es la circunferencia (360º= 3+6+0= 9) con el centro destacado (el punto equivale a la unidad) y también la rueda, la Rota Mundi, siendo por el "cubo" o eje de ésta, por la "puerta estrecha", por el "centro del círculo" o por el "ojo de la cerradura", que el ser debe pasar, según muchas diversas tradiciones, para liberarse de la ronda ilusoria de los estados alternos de la existencia y acceder a la realidad extracósmica, inmutable e incondicionada.
Según las analogías expuestas, el templo, la puerta, el cerrojo en forma de corazón, el ojo de la cerradura y la llave, describen la imagen de un orden concéntrico análogo al orden cósmico y microcósmico, orden que asimismo se repite en el interior del templo desde el atrio al altar y desde éste a la clave de bóveda. (3)  Todos estos elementos, decíamos, aluden a una misma realidad espiritual e interior contemplada desde diferentes puntos de vista y según diferentes aplicaciones arquitectónicas, elementos ligados todos a la idea de Centro, como la diana en el tiro con arco, arte marcial en el que la flecha substituye a la llave y la diana a la cerradura.  

Ya para concluir solo reiterar de nuevo la importante relación entre el ojo de la cerradura y el "ojo del corazón", como aquí precisamente es el caso palpable, aquel que atravesando la dualidad de las apariencias, contempla la unidad interior de todas las cosas, "oculta a las miradas profanas".  ¿No es común también utilizar el ojo de la cerradura para mirar lo que hay al otro lado de la puerta?  (4)


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1.-  Sobre este particular ver René Guénon: Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada (Eudeba, Buenos Aires y Paidós, Barcelona 1996) el artículo de este nombre. 

2.- En la Cábala hebraica y dentro del simbolismo del Arbol de la Vida, el séfira nº 10 es Malkuth, liter. el Reino, identificándose con la Sekinah o Presencia Real de la divinidad.

3.- También el sagrario es una cámara cerrada provista de una cerradura donde se guardan los objetos sagrados del culto, donde habita lo más esencial de la liturgia. Normalmente está adosado a la pared del ábside, enfrente del altar. 

4.- Es significativo también que las cerraduras modernas son más complejas en su diseño que las antiguas, aunque su mecanismo tenga igualmente como base el modelo cruciforme.  Algunas son un código de varias cifras, cada una es una rueda que coincide en un punto con el de todas; al alinearse dejan pasar el pestillo.  Desde el punto de vista simbólico, este mecanismo es también muy interesante, ligado muy graficamente al mapa de los Chakras y al ascenso de Kundalini  en el Tantra-Yoga.