Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

miércoles, 17 de mayo de 2017

ASCENCIÓN EXTÁTICA Y VUELO MÁGICO ENTRE CHAMANES Y YOGUIS (parte I), por Armando Montoya-Jordán

Chamán, éxtasis visionario, vuelo mágico, rituales enteogénicos. Todas estas acepciones están ligadas al aura que parece suscitar el concepto chamanismo en el imaginario de quienes ven, en este tipo de praxis mágica y espiritual, una especie de método efectivo para lograr una apertura de lo que en el lenguaje contemporáneo se ha llegado a denominar “nuevas formas de conciencia”. Lo que resulta revelador, a primera vista, es que dicha percepción delata una aspiración por nuevos paradigmas de conocimiento, hecho harto significativo en una mundo donde los modelos epistemológicos heredados por el pensamiento posmoderno han entrado en su fase terminal.
No obstante, antes de cualquier intento de delucidación, se hace perentorio responder ciertas interrogantes; ¿Qué distingue concretamente al chamanismo de otras prácticas de orden ritual y mágico? Más aún, ¿Qué afinidades podemos establecer con otras vías de similar aspiración mística?
Desde una percepción corriente, por chamanismo se entiende la creencia en mundos de orden sobrenatural y la manera de entrar en contacto con las influencias espirituales que rigen dichos mundos. Las técnicas que harían posible la realización de dichas búsquedas pueden ser esbozadas en los siguientes términos: se trata de rituales cuya finalidad consistía en trascender los límites de la experiencia individual. En otras palabras, se procuraba la superación de los confines de la conciencia ordinaria que determina nuestros esquemas mentales para, de este modo, alcanzar los mundos espirituales en los confines de lo desconocido. Mediante ese tipo de hazañas, el chamán lograba entrar en contacto con las fuerzas de los mundos superiores; haciendo posible, a su vez, que los hombres participen de los influjos divinos. En términos generales, y siguiendo las pautas teóricas de ciertas corrientes antropológicas y de fenomenología de la religión, cuando nos referimos al chamanismo, estaríamos hablando de prácticas rituales cuyas características pertenecen a estadios de conciencia religiosa que existieron en la antigüedad arcaica, y cuyos focos de origen indican que habrían surgido de las estepas de Asia Central y Siberia.
Examinemos el significado del término y su alcance teórico. Según una concepción bastante aceptada aún hoy en día, el chamanismo sería una especie de religión animista (léase naturalista) cultivada en determinados estadios de la humanidad denominada arcaica, y que se caracteriza -o caracterizó- por la capacidad de algunos individuos de entrar en contacto con determinadas fuerzas mágicas –suerte de entidades espirituales presentes en la naturaleza- con el fin de asegurar la buena subsistencia de la comunidad, o de un individuo determinado  (la obra de M.A. Czaplicka es importante a este respecto(1). Otras teorías, particularmente aquellas surgidas desde los campos de la sociología, han buscado explicar las técnicas extáticas y los rituales chamánicos como fórmulas de conocimiento de un tipo de mentalidad pre-racional procedentes de un estadio humano primitivo, como lo vemos particularmente en las obras de Levy-Bruhl (2).
Curandero Xingú

No es este el lugar para entrar en polémicas con lo expuesto en esas obras, por cuestiones de espacio y, principalmente, debido a que los planteamientos paradigmáticos desde los que se formularon dichos conceptos son, hoy en día, insostenibles por las siguientes razones: esos personajes ilustres, al intentar explicar fenómenos arraigados en concepciones del mundo ajenos a la lógica racionalista a la que ellos pertenecían, necesariamente se vieron forzados a desvincular dichas prácticas de su entorno sagrado con la intención de esquematizarlos en un marco conceptual construido sobre la base de un reduccionismo. Dicho marco era pues el resultado de la instrumentalización de la razón y del saber basados en discursos antropológicos de sustrato positivista, aunado a ciertas metodologías empiricistas que, juntas, buscaban fundamentar las bases de todo conocimiento a partir de la experiencia finita, es decir la experiencia empírica del hombre concreto (el hombre occidental, se entiende). En otras palabras, según esa perspectiva científica, para conocer otras culturas solo bastaba aplicar los conceptos teóricos surgidos en el seno del pensamiento positivista e ilustrado que consideraba al mundo como un universo reglamentado y ordenado por la leyes naturales que solo la razón humanista era capaz de comprender. Dicho posicionamiento conceptual impedía, de facto,  una valoración adecuada de fenómenos sagrados a todas vistas ajenos a las metodologías que constituían el saber de las ciencias humanas de principios del siglo pasado; por lo demás, un saber aún bajo la sombra del pensamiento decimonónico. 

                                                                                       Ritual de consagración de Medicine-man navajo

Resumiendo la reflexión expuesta, podemos reconocer que del marco conceptual de  dichas tesis se derivan ciertas conclusiones generales muy significativas. En primera instancia, un planteamiento tal nos revela que el chamanismo  es ante todo, y en strictu senso, la formulación teórica –léase representación discursiva – de vivencias religiosas inconexas a la visión del mundo pos-ilustrado. En consecuencia, es una lectura que parte desde una valoración que se enmarca en un weltanschauung en el que toda experiencia de lo sagrado es considerada como algo irreal o, a lo sumo, exótica. Nos encontramos pues frente a una valoración que carece de sustrato objetivo, es decir científico, pues su valor discursivo se erige desde paradigmas epistemológicos fundamentalmente ajenos a la cosmovisión chamánica. De este modo, al enmarcar conceptualmente aquello que resultaba heterogéneo, o incluso  aberrante, a la mirada analítica del pensamiento occidental posmoderno,  se llevaba a cabo la esquematización abstracta de ciertos "caracteres culturales" que, a partir de entonces, se mostrarán como objetos de estudio de las diversas ciencias positivistas. Resulta innegable que dicha intención traiciona una aspiración universalista por parte de la mentalidad contemporánea. 

Las consecuencias de todo este planteamiento serán absolutamente negativas para la comprensión de la mentalidad arcaica. Y sobre esta carencia hermenéutica se construirá la configuración discursiva de disciplinas que, oscilando desde la historiografía, la antropología, la lingüística e incluso la etno-paleontología,  tendrán, a partir de entonces, como objetivo la clasificación y la sistematización de modalidades de vida y del saber del “chamán”, pero registradas a los ojos de la mirada analítica. Ahora bien, esto nos revela que, más que buscar el conocimiento o la comprensión de un fenómeno determinado, lo que buscaba era la “explicación” del mismo, pero partiendo de presupuestos paradigmáticos ajenos a tales cosmovisiones. De este modo, se consuma la asimilación de creencias y prácticas a menudo vistas como remanentes folclóricos o, lo que es peor, atavismos culturales,  en un marco ideológico-filosófico en el que la visión de lo sagrado será considerada como la manifestación cultural de una mentalidad anclada en creencias sin sustrato con la realidad.

                                                                       Chamán aborigen australiano invocando a los espíritus del “Dream-time” 

Muy diferente resulta el enfoque que propuso Mircea Eliade desde el campo de la historia de las religiones y la hermenéutica del mito. En su obra capital sobre el chamanismo, “Le Chamanisme et les techniques archaiques de l’extase” (3), el pensador rumano dio fundamento a los principios metodológicos para una comprensión de la figura del chamán en cuanto hombre universal -Anthropos Teleios- es decir, en cuanto guía y modelo para la humanidad en donde se dieron este tipo de fenómenos religiosos que formaron parte de la tradición mítica propia de los pueblos de rasgos prominentemente arcaicos. 
Podríamos decir que la propuesta de Eliade sitúa con una aguda precisión teórica la noción de cosmovisión mítica desde el  que emergen las prácticas chamánicas. Aquel mundo es pues un lugar encantado y cuyo espacio es considerado sagrado; lugar en el que el chamán es el maestro del éxtasis per excellence, el personaje capaz de transcender los límites espacio-temporales condicionados por la naturaleza para, de este modo, poder establecer una comunión con las fuerzas poderosas del universo. En ese sentido, la tesis de Eliade marcó una ruptura con los esquemas reduccionistas desde las que partían las disciplinas sociológicas y antropológicas de la época, influenciado de manera considerable los estudios sobre el folclor, la mitología y los rituales de los pueblos en los cuales se observa la influencia de ciertos personajes de ascendencia iniciática: chamán, mago, brujo, medicine-men, curandero u otros. 

                                                                                                      Tambor de chamán lapón 

Esa negativa a reducir fenómenos rituales que parten de experiencias religiosas muy concretas; como el vuelo el chamán, a esquemas racionalistas de orden pos-ilustrado, sitúa la obra de Eliade en una órbita aparte. Hemos de reconocer que su método hermenéutico ha dado amplitud a la comprensión y estudio de tales fenómenos, caracterizándose su obra por situar la mirada desde el marco mismo en el que se dan tales experiencias. Tal intención revela un replanteamiento radical en los enfoques científicos para el estudio de la mentalidad religiosa; en concreto en aquellos contextos donde prevalecía una tradición oral y pronunciadamente mítica, haciendo posible la creación de un espacio ideal para el estudio y la comprensión de los fenómenos religiosos y, a su vez, reconocer las modalidades y estructuras propias del chamanismo. Su propuesta es pues contundente, ya que no da lugar a reduccionismos de tipo sociológico, psicológico o antropológico. La modalidad de dicha mirada invita a una apertura hacia nuevas modalidades del saber para, a partir de ahí, poder desarrollar diversas metodologías de estudios. Tres disciplinas se vislumbran desde ya como fecundadas por el aporte de Eliade: la fenomenología de las prácticas rituales, la hermenéutica de los estados iniciáticos y la simbología de los mitos (4). 
En cuanto a las técnicas chamánicas per se, debemos añadir un rasgo esencial que las destaca; y es que, más allá de las hazañas que lleva a cabo como médium en su viaje a través de los mundos de dioses o héroes,  el chamán es, ante todo, el portador de un mensaje entre el mundo de lo corpóreo y el mundo de los espíritus. Es pues un mensajero entre el mundo de los sensible y el inteligible, y como tal, su figura personifica profundos rasgos arquetípicos. 
Para realizar dichos estados lo esencial era la activación de ciertos planos de conciencia visionaria. Con tal fin, se operaban rituales que hacían posible que el chamán trascendiera el plano de la conciencia profana, para adentrarse en los mundos sutiles y espirituales; dichos rituales consistían en una serie de sacrificios y tenían como finalidad acceder a los dones divinos, es decir a ser co-participes de los poderes celestiales, simbolizados por dioses, héroes o antepasados. El uso uso de sustancias psicoactivas o faquirismos que permitían al chamán abandonar el cuerpo físico –estados de bilocación-no serían más que técnicas tardías de formas de chamanismo que pertenecerían una fase cíclica posterior(5), rasgo reflejado en el hecho de que en ciertas culturas arcaicas, tales elementos rituales no existían o tenían una función de poca importancia. Citemos como ejemplo los rituales de los Medecine-men de las planicies norteamericanas: dicha civilización, conformada por infinidad de naciones aborígenes, poseía formas de vida esencialmente de orden primordial, y en cuyos rituales de iniciación guerrera o chamánica, particularmente entre quienes practicaban ritos solares como el Sun-dance, las substancias psico-activas destacaban por su ausencia (6). 

Notas:

1 -M.A. Czaplicka, “Aboriginal Siberia”, 1914. Una obra seminal en el campo de la antropología chamanística.
2 -De todas sus obras la que resume toda su trayecrtoria sociológica es sin dudas “Le Surnaturel e la Nature dans la Mentalité Primitive”; Alcan, Paris 1931.
3 -“Le Chamanisme et les techniques archaiques de l’extase”, Mircea Eliade; Payot, Paris 1951. La obra con mayor influencia en los estudios sobre el chamanismo.
4 -La influencia de Eliade se puede ver en las nuevas corrientes de Antropología simbólica, particularmente en las obras de Gilbert Durand y su escuela. Ver "Las Estructuras Antropológicas del Imaginario"; FCE, México, 2004.
5 -Ver la obra de R. Gordon Wasson “La búsqueda de Perséfone: los enteógenos y los orígenes de la religión”; FCE, México 1992.
6 - Aquí nos referimos a los pueblos indígenas esencialmente nómades, cazadores y guerreros, en contraposición a los pueblos semi-nómades o sedentarios, caracterizados por su afinidad a la agricultura y el pastoreo. A este respecto, recomendamos la monumental obra de Edward S. Curtis; pocos son los estudiosos que han dejado un legado tan conciso y valioso sobre el indio norteamericano como la obra de este explorador de aguda mirada. En particular recomendamos los volúmenes IV "Los Guerreros de la Danza del Sol" y XVII "Danzantes y Sociedades Secretas". Colección La Pipa Sagrada; José de Olañeta Editor, Palma de Mallorca, 1994.