sábado, 9 de marzo de 2013
NOTA SOBRE LA BÚSQUEDA DE LA "PALABRA PERDIDA", por H:. Geometría
En efecto, la parte "técnica" u "operativa", mágica dirán algunos, es ciertamente importante en toda forma de iniciación verdadera, y de hecho todo el edificio doctrinal de la misma está dirigido a la realización, sin la cual aquella no deja de ser una preparación simbólica preliminar. Pero, sin menospreciar, al contrario, la eficacia de los ritos, tampoco ha de confundirse esa realización con simples tecnicismos rituales; todo, doctrina y método (1), es un soporte y un vehículo de esa realización, que es puramente interna e intransferible por muchos efectos externos y secundarios que pueda incluir. Y es importante, decíamos, empezando por la invocación e incantación de los nombres divinos, en los cuales se supone que reside la "energía" de lo invocado, y todo lo que se relaciona con ellas (postura, ritmo, respiración, entonación, etc...), distinguiéndose tanto de la pasividad del misticismo religioso, como de la imposturas grotescas de los pseudo-esoterismos de turno. Sin embargo, esa importancia no reposa en los gestos o fórmulas mismos (que pueden variar y adaptarse a diferentes circunstancias), sino en el carácter ritual, es decir, sagrado y sacrificial (sacrum-fácere) de toda operación iniciática, que de no practicarse según esa intención y premisa deja de tener toda eficacia real, comportando la misma idea de "técnica" (tecné: arte) un sentido sagrado (teúrgico) extraño al ordinario moderno.
En efecto, la técnica o praxis iniciática, el método, se desprende del propio talante de la vía (aquí Arte Regia o Real tratándose de Franc-Masonería), ajustándose a las circunstancias y necesidades del momento (de ahí las necesarias "substituciones" simbólicas) y del individuo, a fin de facilitarle la conexión consciente con lo universal o espiritual. No es un fin sino el medio o soporte por excelencia incluido en el corpus iniciático y, como tal, no podría ser absoluta y obligatoriamente necesario en principio; son las circunstancias actuales de penosa anemia espiritual las que lo hacen en cierto modo imprescindible. Pero en todo caso, ya se sabe, como dice Shankara, que ninguna acción puede suprimir la ignorancia, único y verdadero obstáculo a la realización, ni producir nada que no esté comprendido dentro de su propio ámbito, el del cambio; de igual modo, las tradiciones advaita (no-duales) son bien conscientes de que por medios duales jamás puede alcanzarse lo no-dual. Pensar que la reproducción literal y mecánica de un gesto puede producir sin más algo distinto de él, es lo mismo que pensar que el "secreto iniciático" (el Sirr del sufismo) o la "Palabra Perdida", es realmente una palabra concreta, una forma u objeto sonoro cuya posesión transfigura al portador a pesar suyo, que es lo que creen en el fondo muchos de los que se hacen ilusiones al respecto; en suma, se trata de un grave e ignorante infantilismo aunque se presente a veces con toda seriedad.
Existe en la propia tesis una grave confusión de nivel y una errónea comprensión de la "teoría del gesto" y las "acciones y reacciones concordantes", las cuales son muy otra cosa que magia o prestidigitación; en suma, se ignora el verdadero comportamiento de la ley que, efectivamente, armoniza, unifica y conecta permanentemente los diferentes estados del ser, pero también los jerarquiza y distingue sin confusión ni alteración de orden y nivel: es ver invertido el axioma hermético: "lo de abajo es igual a lo de arriba..."
Si alguien entiende que las "ciencias del ritmo" son un secreto por ellas mismas, allá él, pero bien al contrario son bien conocidas y quizá de lo más divulgado (Yoga, Japa, Mantra, Za-Zen, Dhickr, etc...) a excepción de las que se sabe utilizaban los antiguos masones operativos y de muchas otras tradicionales de las que seguramente no debe quedar ni rastro; todas sirven para situar al ser individual en un punto o estado a partir del cual, y sólo a partir de él, la realidad espiritual se hace presente (Shekinah), o dicho de otro modo, se realiza la conexión con los estados supraindividuales; porque bien sabido es que "el Espíritu sopla donde quiere" Él y no ningún voluntarismo humano por sofisticadas y meritorias prácticas a las que se dedique (2). Este Espíritu reside en el centro de todas las cosas y del hombre, es decir, en el punto donde todo converge, los opuestos se concilian y las formas desaparecen en el espacio puro y primordial del corazón. Todas las técnicas rituales ligadas a la realización tienen por fin último facilitar (a través del ritmo y la concentración) el trayecto hacia el centro (la reunificación o armonización de todas las potencias múltiples y dispersas del ser), lo que siempre incluye una muerte a la periferia (sacrificio del “mi”) y un renacimiento en el Origen o punto inmóvil central, entendido que sin esa necesaria muerte o vacío, el centro es inalcanzable por muchas técnicas que se empleen, porque: "...en vano construyen los obreros sino es el Gran Arquitecto quien edifica."
La orientación ritual, tan importante en la Masonería, el Sufismo (la Qibla islámica) y todas las tradiciones, como en los ritos y oraciones más sencillos, indica la dirección justa de toda acción verdadera (que debe estar dedicada a Dios y por tanto ser desprendida), pero también señala que la acción tiene un límite y un fin, y que lo que pretende no lo conseguirá por ella misma sino por consentimiento de la voluntad divina, de ahí la invocación de lo alto que inaugura todo acto que se quiere ritualizar; eso es decir también que ninguna forma de acción es superior a la contemplación, ni una es mejor que otra ni va más allá, sino que todas, en su orden de aplicación, se dirigen, evocan e invocan al mismo Centro, más allá del cual carecen de todo sentido y necesidad.
En lo que a la iniciación se refiere, todo su conjunto de símbolos, mitos, ritos y grados, no hacen sino desplegar el Verbo o lenguaje de la doctrina sagrada (la Gnosis Perenne), la cual es lo que ha de asimilar e incorporarse en última instancia y a diferentes niveles el iniciado, los mismos grados que constituyen el orden cósmico y su propio ser interno. Y es esa doctrina lo que realmente hay que revivificar, por ejemplo, de la Masonería, su cosmología y su método iniciático de grados, sin las cuales cualquier práctica estará siempre vacía de contenido y será algo mecánico.
Se intenta defender a veces la tesis de que, a parte de la práctica manual de albañil, se han perdido las verdaderas palabras y técnicas de invocación operativas de la antigua Masonería, capaces de efectivizar lo que ahora no es sino una iniciación virtual, técnicas entonces tanto o más importantes que el propio conocimiento de la doctrina y el oficio. Y por lo tanto debe ser posible recuperarlas pues en ello va implícita la eficacia ritual de la Orden, alentando a la investigación en ese sentido dentro del programa general de recuperación simbólica de la misma. Y es cierto que todo eso es importante, pero no ha de dar pie a entenderlo literalmente, dándole un sentido equívoco, olvidando además que su forma de acción más acorde era originalmente la práctica del oficio de Masón, es decir, de todas las variantes manuales de su Arte. En ese sentido, Guénon (Parole perdue et mots substitués. E.F.C. T.2, pg. 34) especifica lo que es realmente la Palabra Perdida: "Es bien evidente que todo lo que puede ser comunicado exteriormente no podría ser verdaderamente la "palabra perdida" y que no es sino un símbolo, siempre más o menos inadecuado como toda expresión de verdades trascendentes". Igualmente, (pg. 41): "pero en realidad, esta palabra "reencontrada" no es nunca sino un nuevo vocablo substituido y por las consideraciones que precedentemente hemos expuesto, es fácil comprender que no puede ser de otro modo ya que la verdadera "palabra" es rigurosamente incomunicable". Con respecto a estas substituciones también se dice sobre el Tetragramma (pg.38) que: "él mismo puede muy bien haber sido, en un cierto sentido, una palabra substituida, ya que pertenece propiamente a la revelación mosaica y que, en este caso, no podría, no más que la lengua hebráica misma, remontar realmente hasta la Tradición primordial".
Desde luego, no se trata de negar la eficacia de la invocación ritual ni la posibilidad a través de ella de una repercusión en diferentes estados del ser, la que incluye la ciencia de los ciclos y los ritmos (mantrams), pero a condición de entenderla como extensible a todas las palabras y fórmulas sagradas y no a una sola "especial y secreta" que hay que encontrar y "descubrir"; en todo esto también juega un papel decisivo la cualificación y disposición interna del individuo, que son las que realmente transfiguran la acción en contemplación. Y lo hacemos extensible a todas y cada una de las fórmulas y palabras sagradas (de cada grado) porque, como hemos visto, a parte de aplicaciones a diferentes niveles, todas en el fondo son substitutos de otra cosa en sí innombrable e inalcanzable por nada que no sea ella misma. Vale decir que entregarse a la investigación y búsqueda de estas técnicas perdidas puede ser bien legítimo y loable a condición de no perder de vista su verdadero alcance, lugar y papel dentro del conjunto de la enseñanza iniciática en general y masónica en este caso.
Como dice A.K. Coomaraswamy sobre el sacrificio (Hinduisme et boudisme, Gallimard, pg.47): "Siempre se pide más que los actos puros y simples si quiere realizarse el deseo último del que los actos no son más que símbolos. Se dice expresamente (en el Bhagavad-Gîta) que "no es ni por la acción ni por los sacrificios que se "Lo" puede alcanzar, Aquel cuyo conocimiento es nuestro bien supremo". También la tradición hesicasta del cristianismo ortodoxo insiste sobre este punto: "Por sí mismos (los métodos y los ejercicios) no pueden otorgar la gracia, pues la gracia no está ligada a ejercicios exteriores, sino que desciende solamente en el ser interior. Por otra parte, la buena disposición interior atraerá la acción de la gracia, incluso sin estos métodos" (Consejos a los ascetas, Teófano el recluso. Lumen 1979. pg. 131).
Más tajante es aún Nisargadatta Maharah, uno de los últimos Maestros más notables del advaita vedanta (Atmâ-Jñana), es decir, del no-dualismo hindú: "Visitante: ¿La meditación, la repeticición de un mantra o cualquier otra disciplina no sirven de ayuda? Maharah: Si te gusta hazlo; pero no te llevará a la verdad. Ningún método puede guiar hacia la verdad. Sólo puede imponer una disciplina al espíritu durante algún tiempo. Para el Absoluto hasta la meditación es un embotamiento de la consciencia. Le quitas su agudeza, le añades algo, mientras que la meditación debería ser una observación pura, que no se mezcla con nada de lo que se observa. (...) Te aconsejo que no te entregues a prácticas inútiles y sobre todo, que te unas a la consciencia misma, a lo que siente el "yo", que te entregues, te abandones a ella. Te lo aconsejo porque es lo único que se puede hacer" (SER. Sirio 1990. pg. 191).
A muchos quizá les debe saber a poco estas instrucciones maestras, no masónicas, pero sí transferibles perfectamente al espíritu masónico, el cual para revivificarse necesita algo más que esa actitud literal para con todo lo que se supone se ha perdido espiritualmente hablando. Y estamos convencidos de que si muchos descubrieran esas técnicas perdidas también les sabría a poco y poco provecho sacarían de utilizarlas, pues, del mismo modo que todo acto y gesto ritual es válido y eficaz por sí mismo si la intención es la correcta, sólo la correcta e intensa predisposición cordial hacia aquello que se invoca es la clave del asunto, siendo que la invocación más alta es sin palabras, silenciosa y solitaria, en el secreto más profundo del corazón.
1.- La manía de separar o de ver como dos cosas distintas e incluso independientes, la doctrina y el método, ni afecta a todas las tradiciones, que no ven división ni diferencia alguna entre ambos, ni tendría que afectar a ninguna tradición verdadera y menos iniciática. El estudio y la meditación de la doctrina es un método, y el rito como gesto simbólico no es sino la doctrina en movimiento, un símbolo actuado. La división entre ambas nociones lleva inexorablemente a infravalorar uno en favor del otro cuando tienen la misma importancia, pues son dos aspectos de lo mismo. Entregarse a un ritualismo del que se ignora el contenido doctrinal y simbólico es inútil, tanto como conocer una doctrina que no se aplica a la realización.
2.- “Ni los Vedas ni las ofrendas de sacrificios ni el estudio de las escrituras ni las obras de caridad ni los ritos ni las penosas austeridades pueden revelarte la Visión Suprema de Mi Espíritu Supremo que en Ti mora. “ Bhagavad Gita Cap. 11, 48.