Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

jueves, 28 de agosto de 2014

APROXIMACIONES A LA TRADICIÓN PRECOLOMBINA Y A SU SIMBOLISMO (II), por Armando Montoya

Siguiendo con el desarrollo sobre el simbolismo presente en las civilizaciones precolombinas hemos de añadir que sus orígenes se pierden en el tiempo. Ya en la primera parte de este trabajo discutimos cómo las ciencias contemporáneas han buscado indagar en un pasado que solo interpretan a los ojos del presente, formulando pues una lectura diacrónica, es decir incapaz de integrar los diferentes aspectos de la mentalidad mítica en un orden superior, central y cíclico. 
En este breve artículo hemos querido resaltar los aspectos más capitales del lenguaje simbólico presente en los rituales, las artes y los mitos de las civilizaciones precolombinas y de este modo no solo aportar cierto conocimiento sobre el fenómeno del símbolo en las culturas antiguas sino arrojar luz a la conciencia integradora, la intuición profunda del ser humano -que no por serlo esta desligada de una capacidad lógica- para de este modo hacer posible la comprensión de la naturaleza numinosa de estos símbolos manifiestos a través de su lenguaje exterior.
Añadamos que lo que nosotros entendemos por simbolismo poco tiene que ver con una simbología como disciplina del pensamiento contemporáneo, aunque se pueda emparentar. Mientras que el primero parte de una contemplación intuitiva inmediata al interior de una cosmovisión sagrada, la segunda depende de un método a menudo introspectivo y especulativo, de la mano de cierta psicología profunda o de una fenomenología de lo onírico, pero cuyos paradigmas son por lo general –aunque no siempre- ajenos a cualquier experiencia de lo sagrado.
Esta diferenciación es relevante pues permite deslindar dos posiciones frente al símbolo como reflejo de una realidad superior. Una que necesariamente remite el poder del lo simbólico a un lenguaje hierático y otra que busca el poder de evocación estética u onírica del símbolo a través de ciertas categorías de la historia de las religiones, la antropología o incluso la poética[1].
En breve, nosotros proponemos que simbolismo no es pues sinónimo de simbología. Si bien es cierto que ambas pueden ayudar a profundizar el entendimiento y sobre todo el descubrimiento del poder del lenguaje simbólico en los procesos cognitivos del hombre, solo la primera es capaz de integrar todos los aspectos contemplativos, psíquicos y afectivos que la naturaleza y el cosmos despiertan en lo profundo del ser humano y transformar de este modo su conciencia.

Como cualidad metafórica de un orden superior que no resulta visible en el mundo concreto, el símbolo escapa al examen del análisis cuyo método disecciona las partes del todo para de este modo poder hacer una lectura fragmentada de una realidad holística y transcendente, de este modo privándola de su fuerza iluminadora. Inspirar hacia lo superior, esa era la función de las artes y las ciencias en las antiguas civilizaciones precolombinas que en su larga existencia fueron herederas de grandes tradiciones que remitirían a una única y primigenia. Y ese es en última instancia el sentido de toda civilización tradicional, es decir afirmar esa unidad presente en el mundo concreto y en el hombre mediante una serie de creaciones que reflejan la sacralidad de la vida, la naturaleza y el cosmos.


RITUALES

LA CEREMONIA DE JURAMENTO AL SOL ENTRE LOS INDIOS DE LAS PLANICIES NORTEAMERICANAS

Entre los diversos pueblos y culturas indígenas de las planicies norteamericanas existe un ritual que los Sioux denominan Wi Wanyang Wacipi, la ceremonia de danza de juramento al Sol. En esta ceremonia, el iniciado debía pasar una dramática prueba con el fin de consagrar su juramento al Sol, hipostasis del Gran Espíritu, WakanTanka. Solo tras la superación de este acto sacrificial le era permitido a los iniciados visionar los diferentes mundos que conforman la vida hasta llegar al umbral del gran e insondable misterio, WakanTanka, creador, sostenedor y destructor de todo lo que hay en los cielos y en la tierra. Tras la revelación de las visiones, y con la aprobación fehaciente por parte de los sabios y chamanes de la tribu que el juramento había sido exitoso, el iniciado era considerado guerrero y miembro de la tribu.
En cuanto a la estructura del ritual, este nos revela que la prueba no se trataba específicamente de ceremonias tipo medicine-men, culto más bien reservado para los sabios chamanes, sino de ceremonias de consagración de los hombres- guerreros. En el caso de las ceremonias de iniciación de los hombres-medicina, si bien también se consagraban rituales de juramento al Sol, dichas iniciaciones poseían otra elaboración y estaban reservados tan solo a unos pocos y no a toda la comunidad como en el caso de la consagración de los guerreros.
En cuanto a la elaboración cultual de la consagración de estos últimos, se les exponía a un ritual muy doloroso en el cual los iniciados eran perforados alrededor de los pectorales con espetones hechos de garras de águila, atando una cuerda a las garras a modo de arpón, utilizando un seguro hecho con huesos de águila u otros animales como pestillo para luego ser suspendidos de un poste o árbol al interior de una tienda de doce lados que representaba el espacio sacralizado del cosmos[2]. Este acto marcaba el clímax del ritual por su carácter sangriento y dramático.

En la parte preparativa, la erección de la tienda era ya en sí mismo una ceremonia bastante elaborada, cuyo simbolismo es rico en metáforas del lenguaje sagrado de las civilizaciones antiguas. Antes de la erección de la tienda, se sacralizaba el espacio a utilizar y se cortaban arboles sagrados para la elaboración de la misma. Primero se juntaban cuatro postes atados a una cuerda –representación de los cuatros vientos de la cosmología indígena- que luego se erigiría como el fundamento de toda la tienda de doce lados, cada lado representando un mes del año, y de este modo consagrando el tiempo sobre un espacio arquetípico. El sentido último del ritual consistía en hacer posible el retorno del iniciado al origen de la creación primera y participar del poder de WakanTanka.
Toda la sintaxis cultual tenía un solo fin: mediante la intensificación del dolor eliminar todo pensamiento impuro y toda imagen que careciera de un arquetipo sagrado y así exacerbar la parte profana del sacrificado para de este modo transmutarlo en un ser nuevo, renacido en la fuerza primigenia del cosmos. De esta transformación el iniciado renace como guerrero valeroso y noble, y solo a partir de entonces puede ver a los emisarios que se comunican con él durante el periplo de sus visiones mediante un lenguaje sagrado. Son las fieles criaturas de Wakan Tanka: el águila, el bisonte, el ciervo, quienes finalmente consagran al visionario.
En las visiones extáticas, todas esas criaturas revelan al iniciado el misterio de la creación y la fuerza que permuta toda realidad viviente, cuyo origen reside en el Gran Espíritu. Ese es el sentido final del juramento al Sol, el pacto entre la comunidad y los poderes celestiales a través del sacrificio de sus hijos más valerosos.

INICIACION CHAMANICA ENTRE LOS OLMECAS

Estas piezas de jade en miniatura encontradas en el sitio arqueológico de La Venta, en México representarían posiblemente un ritual de orden chamánico. Entre las figuras distinguimos a unos personajes quienes serían los sacerdotes-eunucos, personajes que oficiaban de mediadores entre los poderes de los ancestros (fuerzas celestiales) y las fuerzas de animales sagrados (símbolo de las fuerzas telúricas) con el fin de activar sus influencias en la sacralización del rito llevado a cabo. Las figuras están rodeadas por 6 columnas en jade que hacen de axis o pilares, lo cual nos indica que se trata del asentamiento de un espacio sagrado, en el que los axis son los ejes que hacen posible la comunión entre las fuerzas cósmicas. Es más, dichas columnas representarían el espíritu mismo de los ancestros, quienes ejercerían de mediadores para con los dioses, siendo el nexo de unión entre el cielo y la tierra, y a su vez dando orientación a la experiencia del chamán en su ascenso extático hacia los mundos superiores.
Aunque poco o nada se sabe de la naturaleza del ritual que la escena parece retratar, nos inclinamos a pensar que se trata de un rito de iniciación de orden chamánico por dos razones claves: primero, los oficiantes son hombres despojados de su genitalidad, y segundo, por sus cabezas alargadas. Vale recordar el sentido que tenia antiguamente la sexualidad para poder entender el aura sacro de los eunucos, rasgo que en muchos pueblos de la antigüedad era considerado como signo hierático. Al despojar a un hombre de su genitalidad se provocaba una transmutación interna de la energía sexual, que era por ende considerada mágica y con una potencia ilimitada. En cuanto a las cabezas alargadas, es un fenómeno presente en muchas culturas precolombinas y está asociado al culto a ciertos animales totémicos, como el jaguar en el caso de los olmecas, para quienes tal criatura simbolizaba el poder de la vida en toda su plenitud[3].
Podemos atrevernos a evocar a través de lo que la imagen revela que en este ritual se buscaba invocar la fuerza mágica del jaguar. Este tipo de iniciación habría tenido como fin la metamorfosis mistérica del neófito, acción mediante la cual abandonaba la condición humana penetrando de esto modo en el misterio del jaguar, convirtiéndose –en virtud al poder otorgado por el jaguar-en emisario ante las fuerzas sagradas del cosmos. Esto es lo que en las antiguas civilizaciones mesoamericanas se denominaba Nagual, la metamorfosis humana en la realidad arquetípica de un animal, que en los mundos antiguos representaba un poder mágico determinado. Observemos que la figura del jaguar es importante en los ritos de iniciación chamánica y guerrera sobre entre los pueblos de Mesoamérica y América del Sur, ceremonias que se distinguían por las técnicas extáticas que se practicaban, entre las cuales el uso de psico-activos era solo un elemento más entre otros, particularmente entre los olmecas.

RITUALES DE AYAHUASCA

Los occidentales han documentado con hartazgo la utilización de substancias psico-activas (léase peyote, ayahuasca, sanpedro, entre otros) en la elaboración ritual de los diversos pueblos precolombinos entre Mesoamérica y la cuenca del Amazonas como parte de una literatura entre etnológica y contra-cultural[4]. No obstante, la mayoría de las veces las conclusiones a las que se han llegado han contribuido poco para la comprensión del sentido de la utilización de estas substancias. En el caso especifico de la ayahuasca, el punto central de su utilización debe entenderse como una aplicación litúrgica en conformidad con ritos elaborados que proceden de una tradición mítica milenaria, enseñanzas estrictamente enmarcadas en una cosmovisión sagrada. Esto hace prácticamente casi imposible para cualquier persona poder integrar de manera positiva el significado total de las visiones a nivel de la conciencia ordinaria.
En otras palabras, precisamente por esa carencia “ontológica” por así decirlo, de las personas ajenas al entorno cultural de esos pueblos donde se practican esos rituales, la participación en los rituales de visión de la ayahuasca será más bien una experiencia parcial y hasta peligrosa para la salud de una persona que no ha participado de la iniciación religiosa de esos pueblos. Y por iniciación aquí entendemos haber convivido en ese entorno hasta formar parte de él y haberlo integrado en sus niveles más profundos y siempre de la mano de un maestro chamán. Aquí obviamente no nos referimos a los maestros ayahuasqueros que comúnmente se encuentran en las zonas urbanas o semi-urbanas de la amazonia, personajes en su mayoría dudosos y en los que cándidamente se confía cuando este tipo de experiencias se convierten en un fin en sí mismo.
Desde la taxonomía contemporánea la ayahuasca es básicamente un enteógeno -para los pueblos indígenas de la amazonia una substancia sagrada- elaborado en base a una mezcla de lianas que según el grado de intensidad, cocción y elaboración ritual variará de maestro a maestro, con resultados diversos según el caso. En términos químicos es un psico-activo que genera una cierta inhibición del sistema nervioso alterando su funcionamiento normal. Esta descripción no deja de ser una explicación demasiado ordinaria para entender su parte secreta, solo reservada a algunos maestros auténticos, quienes con el paso del tiempo van desapareciendo para dar lugar a los ayahuasqueros, especie de iniciadores de rituales tipo “new age” que por regla general solo logran confundir aun más a aquellos que incautamente buscan en la ayahuasca una “transformación trascendental” en los límites de la naturaleza.
En términos simbólicos es una substancia que amplifica la conciencia ordinaria, causando una apertura como a menudo se diría, que permite al iniciado poder darle significado a una serie de experiencias que se manifiestan como parte del ritual pero que se extenderán a su vida concreta más allá de este. A partir de ahí el iniciado experimentara una serie de sincronicidades que aunque aparentemente inconexas, solo lograran revelar su sentido ultimo si los rituales son efectivos y continuos. Pero esta condición sobrepasa la influencia de la ayahuasca en sí. En la obra de Frank Bruce Lamb[5] -que narra el encuentro con Manuel Córdova, un curandero amazónico que habías sido capturado por una tribu del Alto Amazonas en la frontera peruano-brasileña e iniciado en un arte ancestral por el chamán de la tribu por un lapso de 7 años- Córdova deja claro que en los rituales de ayahuasca la clave no está en la fijarse en las visiones como un fin en sí mismo ni en cultivar un apego al brebaje sino en penetrar en los mensajes codificados -manifiestos a través de visiones o intuiciones- que el espíritu mismo del maestro y del iniciado revelarán. Para hacer ello posible el viejo chamán de la tribu invocaba a las fuerzas divinas de su cosmovisión. Aquí encontraremos parte del secreto que tiene que ver con la orientación sobre el uso y abuso de este brebaje, pues es la liturgia en tu totalidad la que hace efectiva la transformación total de la conciencia del chaman o el iniciado. Liturgia que contiene una enseñanza oral que sobrepasa la influencia de la ayahuasca.
No es pues un fin en sí mismo ni una deidad a la que se idolatra. Sin duda que los indígenas ven en ella a un espíritu amigo que permite viajar a los mundos sagrados donde se revelaran otras imágenes cuyo mensaje provienen de otras realidades. Pero en la cosmovisión de los pueblos indígenas amazónicos ese espíritu es una fuerza que permite la apertura de ciertas puertas donde realmente empieza la transformación del ser humano.


ARQUITECTURA

TEOTIHUACAN, EPICENTRO DE LA ANTIGUA CIVILIZACION MESOAMERICANA

Algunos especialistas has establecido de manera tal vez demasiado prematura que las construcción de las pirámides de Mesoamérica responden a una concepción distinta a las del antiguo Egipto. La observación es válida aunque solo de manera parcial. Los egipcios construían sus pirámides en las afueras del espacio urbanístico a diferencia de los mesoamericanos, quienes lo hacían en el interior del espacio urbano. Ahora bien, esta observación merece ser matizada en la medida que tan solo considera el plano funcional de las pirámides en la conformación urbanística de la ciudad egipcia y mesoamericana, y no su parte operativa, que está en relación directa con la cosmovisión que estos espacios representaban para la realización efectiva y total de la vida en cada una de estas dos civilizaciones. En ambos casos la realización significaba su transformación hacia un horizonte superior, celestial diríamos.

Contemplado desde ese ángulo, la operatividad es pues bastante similar. Si en los egipcios la operatividad cosmológica estaba más orientado hacia lo escatológico –pues las pirámides eran microcosmos que en cierta medida contenían toda la realización cíclica de los personajes sagrados pertenecientes a la historia y el mito de ese pueblo- en los mesoamericanos el acento se centraba en la aplicación astrológica –divinización de los cultos agrícolas, participación activa de las divinidades en la vida social de la nación, etc- y de ahí que las pirámides formaran parte integral de la vida social de estos pueblos. Claro ejemplo de ello es Teotihuacán, la ciudad sagrada más antigua de Mesoamérica y epicentro de todas las civilizaciones que florecerían en todo ese continente y que alcanzarían su esplendor con la civilización maya. Su origen es hasta ahora incierto pero se sabe que fue un conglomerado de diversos pueblos, entre ellos toltecas, zapotecas y proto-mayas.
Como toda ciudad sagrada, los habitantes de esta urbe construyeron la ciudad siguiendo modelos arquetípicos astrales, es decir como un reflejo terrenal de las formas celestiales que sus mitos narraban, alineando sus edificaciones y monumentos con algunas constelaciones astrales, posiblemente Orión. En esta concepción cosmológica de la ciudad, el espacio está delimitado por tres pirámides, del Sol, de la Luna y de Quetzalcóatl, la divinidad que en toda Mesoamérica representa la conjunción de lo celestial y lo telúrico, trascendencia e inmanencia presentes en la poderosa unión de las fuerzas complementarias del Cosmos. A su vez la ciudad esta ornamentada con un bestiario mitológico en los que resaltan los ojos sin cuerpo, entidades que parecen confirmar la existencia de prácticas chamánicas en el contorno de las pirámides y palacios[6].
Si nos fijamos en la estructura morfológica de las pirámides y los edificaciones sagradas que bordean su perímetro, podemos comprobar cómo los sabios de la antigua Teotihuacán aplicaban una serie de ciencias cosmológicas (astrología, arquitectura, matemáticas, geometría y astronomía) en la conformación de la Cultura, que en el caso de las civilizaciones antiguas es el reflejo y la aplicación práctica de conocimientos sagrados ancestrales y de origen no humano. Este rasgo es común a todas las civilizaciones antiguas, hecho que esta atestiguado en todos los mitos de creación y de fundación.

CARAL, LOS INICIOS DE LA CIVILIZACION URBANA

Hasta hace unas pocas décadas se daba por sentado que el origen de la civilización urbana en la antigüedad se había iniciado en cuatros puntos fundamentales del mundo antiguo. A saber, en las riberas del Nilo en Egipto, en los valles del Éufrates con las primeras ciudades sumerias, en el valle del Indo con las ciudades de Mohenjo Daro y Harappa y en la China arcaica, en los valles del rio Amarillo. Con el descubrimiento de la ciudad de Caral en la costa peruana hace unos veinte años, las hipótesis que afirmaban que todas las civilizaciones precolombinas tenían una máxima antigüedad de 1,000 años AC -como es el caso de los Olmecas en Mesoamérica o la cultura Chavín en los andes peruanos- se desbarataron.
El descubrimiento de este complejo urbanístico ha obligado a re-conceptualizar algunas de las explicaciones comúnmente asumidas sobre el origen del hombre americano desde las perspectivas arqueológicas e historiográficas. Estaríamos no solo ante la ciudad más antigua de América sino posiblemente del mundo. Como todas las ciudades antiguas de la América precolombina, cuyo trazo urbanístico partía desde la concepción de la ciudad sagrada, el complejo está dominado por pirámides, en este caso seis, además de dos anfiteatros.
Nada o poco se sabe aun sobre la cosmovisión de los antiguos habitantes de esta ciudad pero lo que si resulta evidente es que las pirámides constituían parte fundamental de la vida social y religiosa de la cultura de esta urbe. Otro elemento universal que caracteriza la construcción de sus espacios urbanos es la continua presencia de formas cuadradas, triangulares y circulares, formas abstractas que revelan como estos antiguos habitantes planificaron su urbe como un reflejo del cosmos utilizando un lenguaje de geometría universal ya atestiguado en Egipto, Irán, India y  China.
Esto se puede reconocer observando las estructuras rectangulares que dominan el espacio urbano, dominada por plazas, templos y residencias, en vibrante contraste con los espacios circulares, especie de anfiteatros rodeados de muros a los que solo se podía acceder a través de una escalera que subía y bajaba a través del mismo. Y dominando todo el espacio la forma triangular de las pirámides erigiéndose como axis que alineaban la vida de toda esta comunidad como un templo sagrado.
Otro de los hechos aun más sorprendentes es que se encontraron los quipus más antiguos conocidos hasta hoy. Los quipus son un complejo sistema de cómputo y de lectura que se registraba mediante nudos hechos en cuerdas verticales unidos a un lazo horizontal. El sistema encierra muchos enigmas y lo abordaremos en otro artículo.



NOTAS:

1 Pensamos aquí en el grupo Eranos, circulo de intelectuales y estudiosos de la religión, aunque debido a la diversidad de propuestas, tampoco podemos referirnos a aquel grupo como una entidad homogénea. Ello queda claro cuando comparamos el trabajo de Henry Corbin, mucho más ligado a una autentica exégesis de los textos sagrados del islam chi’ita, con el círculo más próximo a C.G. Jung, por ejemplo. 

2 “Cada hombre medicina hacia un corte en los pechos de su devoto, empujaba y retorcía los espetones bajo la carne y deslizaba sobre ella dos cuerdas. Poniéndole las manos en el pecho, lo empujaba tres veces y luego lo lanzaba con toda su fuerza”, Los Guerreros de la danza del Sol, Edward Curtis. Colección la Pipa Sagrada, José de Olañeta Editor, Barcelona 1993.

3 El rito del alargamiento de cráneos esta en estrecha relación con practicas mágicas en las que los iniciados a chamanes invocaban el espíritu de algún animal, lo que en este caso se percibe por la deformación del cráneo que busca crear una especie de mimesis entre el alma del iniciado y la visión del animal totémico en la experiencia extática, en este caso del jaguar. 

Ahí están los testimonios de Castaneda, Artaud y Burroughs para el lector ávido de curiosidades de tipo narrativo-documental. 

“Un brujo del Alto Amazonas” y “Rio Tigre y mas allá”, Frank Bruce Lamb. José de Olañeta editor. Palma de Mallorca  2002. 

6 Ver “La búsqueda de Perséfone: los enteógenos y los orígenes de la religión”, R. Gordon Wasson, Stella Kramrisch, Jonathan Ott y Carl Ruck. Fondo de Cultura Económica de México, 1986.