Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

viernes, 13 de julio de 2018

EXPLICACIÓN DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (parte I), por M. Eckhart

Publicamos a continuación la traducción de un texto inédito en castellano del gran Meister Eckhart. Se trata de un extenso comentario al Evangelio de San Juan. El más conocido e influyente de los místicos renanos, de influencias neoplatónicas y no exento de condenas por herejía y visto como heterodoxo por los estamentos religiosos, representa una de las figuras cumbre de la metafísica no dual en el seno no sólo del cristianismo sino de todo occidente. Su distinción entre la Divinidad absoluta y su expresión en la Trinidad recuerda mucho a similares conceptos del vedanta advaita, el desapego y abandono total ante esta divinidad a reminiscencias sufíes y su trasfondo de nihilismo metafísico a ciertos aspectos budistas, todo ello salvando las distancias entre tradiciones que, desde sus propios discursos apuntan a una misma vivencia no dual de la realidad. 


Introducción

Como sabemos, están en curso en Leipzig la edición de las obras latinas y alemanas de Maître Eckhart. Entre las obras latinas, las más importantes son los Comentarios de las Escrituras, que Eckhart compuso para los estudiantes de las Universidades de París, Strasbourg y Colonia, en las que enseñó sucesivamente de 1311 a 1326. Al parecer comentó todos los libros de las Escrituras, pero sólo nos han llegado, conservados en estado fragmentario en tres manuscritos, los Comentarios sobre el Génesis, sobre el Éxodo, sobre la Sabiduría, sobre el Eclesiastés y sobre el Evangelio de san Juan. Este último comentario, ciertamente el más extenso, se encuentra en un manuscrito de la Biblioteca del Hospital Saint-Nicolas de Gernkastel-Cues, que data de 1444 y proveniente de la Biblioteca de Nicolás de Cusa. Hemos considerado que los lectores de Êtudes Traditionnelles estarían interesados en poder leer en francés un texto tan característico.
El traductor se ha esforzado en mantener lo más fielmente posible la expresión escolástica de una dialéctica a veces ardua; si una determinada frase parece poco clara, al menos en una primera lectura, es porque el original en latín no lo es más. A fin de conservar los matices y la concisión del lenguaje, hemos creído poder recurrir a ciertos neologismos, tales como “intelectuar” (para designar el acto propio del intelecto), “exhilarar”, es decir provocar la hilaridad (del que el francés solo ha conservado el participio “exhilarante”), “principiar” y “principiado” (para indicar el acto del principio en tanto que tal,   y su “fruto, o hijo”, como dice Eckhart). En fin, nos hemos abstenido de traducir a lengua vulgar las citas del Evangelio según San Juan.
(C.D.)



I
IN PRINCIPIO ERAT VERBUM

“Aquila grandis magnarum alarum longo membrorum ductu plena plumis et varietate venit ad Libanum et tulit medullam cedri. Sumitatem frondium ejus avulsit transprotavit eam in terram Canaan”. Ezeq. XVII, 3, 4. (1)
El propio Juan Evangelista [“in arduis ponit nidum” (2), el nido de su intención, de su contemplación y de su prédica, “in praeruptis silicibus”(3) “atque inaccessis rupibus”(4). Job, XXXIX, 27] fue al Líbano, cogió la médula del cedro, arrancó las ramas superiores y las transportó a la tierra de Canaan, puesto que en el seno del Padre manifiesta el Verbo a los habitantes de la tierra y dice: in principio erat verbum. Como dice Agustín, es el más eminente de los redactores de los evangelios por la profundidad de los divinos misterios. Y entre los cuatro animales de Ezequiel, I, y del Apocalipsis, IV, es comparado al águila que vuela más alto que las otras aves y mira directamente los rayos del sol. Él, que “descansó durante la Cena sobre el pecho del Señor y bebió en la misma fuente del pecho del Señor un sorbo de esta sabiduría celestial que supera cualquier otra sabiduría”, aborda la exaltación de la divinidad de Cristo y del misterio de la Trinidad. Es lo que aquí se dice: in principio erat verbum.
En la explicación de estas palabras y de las que siguen, el autor se propone, como en todas sus publicaciones, explicar mediante las razones naturales de los filósofos lo que afirman la sagrada fe cristiana y las Escrituras de uno y otro Testamento. “Invisibilia enim Dei a creatura mundi per ea quae facta sunt intellecta conspiciuntur sempiterna quoque virtus et divinitas”(5), “virtus”, es decir el Hijo, “y divinitas”, es decir el Espíritu Santo, como dice la Glosa, Rom. I, 20. Agustín, en el libro VII de las Confesiones, dice haber leído en Platón in principio erat verbum y una gran parte de este primer capítulo de S. Juan. Y en el libro X de la Ciudad de Dios, habla de un platónico que decía que el inicio de este capítulo, hasta las palabras fuit homo missus a Deo, deberían escribirse y exponerse en letras de oro en los lugares más eminentes.
Insistimos en que el propósito de esta obra es mostrar cómo las verdades de las principales y de las conclusiones de las propiedades naturales están claramente indicadas – “qui habet aures audiendi” – en las propias palabras de la Escritura sagrada y las explican. Ocasionalmente se darán algunas explicaciones morales.

Expliquemos pues lo que aquí se dice,  in principio erat verbum. Conviene antes que nada darse cuenta de que lo que aquí se dice, in principio erat verbum, y verbum erat apud Deum, al igual que una buena parte de lo que sigue, está contenido en estas palabras: “dixitque Deus fiat lux et facta est lux et vidit Deux lucem quod esset bona et divisit lucem ac tenebras”.
Para la comprensión de este texto, desde in principio erat verbum hasta fuit homo missus a Deo, remarquemos en primer lugar que, naturalmente y generalmente, tanto en el orden divino del que aquí se trata, como en el orden de la naturaleza y del arte, lo que  procede o es producido por un ser, está ya previamente en él; el higo no procedería de la higuera más que de la viña o del peral si no estuviera ya previamente contenido en la higuera.
En segundo lugar, está en él como la simiente en su principio; es lo que aquí se dice, in principio erat verbum,  : “semen est verbum Dei”(6), Luc, VIII, 12
En tercer lugar, el producto de un ser es, universalmente, el verbo, al tiempo que dice, anuncia y enuncia aquello de lo que procede; de ahí in principio erat verbum.
En cuarto lugar, el producto está en el productor como una razón y una similitud en la que y por la que procede de éste; de ahí que el texto griego lleva in principio erat verbum, logos, que expresa en latín las nociones de verbo y  de razón.
He aquí pues cuatro datos, a saber: el producto está en el productor, está en él como la simiente en el principio, como el verbo en el que dice, y está en él como la razón en la que y por la que el producto procede del productor.
Hay que señalar además, en quinto lugar, que lo que procede de otra cosa se distingue de ella por eso mismo. De ahí lo que sigue, verbum erat apud Deum. No “sub Deo”, ni “descendit a Deo”, sino verbum erat apud Deum . Este apud Deum significa una determinada igualdad. A propósito de lo cual nos daremos cuenta de siempre inferior y desigual al productor, menor y más imperfecto, mientras que en los unívocos le es siempre igual, no participando de la misma naturaleza pero recibiéndola toda de su principio, simplemente, integralmente y ex aequo.
De ahí que, en sexto lugar, el término que procede es hijo del productor. Es hijo, en efecto, el que deviene otra persona teniendo la misma naturaleza.
De lo que se deduce que, en séptimo lugar, el hijo, el verbo, es lo que es el padre, el  Deus erat verbum. Señalemos en cualquier caso que si, en los análogos, el producto desciende del productor, es no obstante “sub principio”, y no “apud principium”. Además, si es de naturaleza diferente, y no es pues el principio mismo, sin embargo, en tanto que está en él, no es de naturaleza diferente, ni siquiera es un allegado distinto; el cofre, en el genio del artista, no es cofre sino vida e intelección del artista, su concepción actual. Hablo de ello sólo en tanto que lo dicho aquí de la procesión de las Personas divinas enseña que lo mismo sucede en la procesión y producción de cualquier ser de la naturaleza y del arte.
En octavo lugar, el cofre, procedente o producto existente, es y mora en el artista como era “a principio”, antes de devenir cofre, y ello incluso si se corrompe en el exterior. Es lo que aquí se dice: verbum erat in principio apud Deum. Antes se ha dicho: in principio erat verbum.
En noveno lugar, la procesión, producción, emanación de la que hablamos tiene su lugar propio, primero y eminente en esta generación inmóvil e intemporal, fin y término del movimiento, que concierne la substancia de la cosa y su ser. De lo que se deduce que este último ni pasa al no-ser ni fluye en el pasado; está pues siempre “in principio” – como para nosotros, eliminad el tiempo, el occidente es el oriente – y, si es siempre “in principio”, siempre nace, siempre es engendrado: es preciso en efecto que sea o siempre o nunca, puesto que el principio, o lo que está “en el principio”, siempre es. De ahí que, in divinis, el Hijo, verbo “in principio”, siempre nace, siempre es nacido. Es lo que dice el erat que sigue, in principio erat verbum. Este erat indica efectivamente tres cosas: la substancia – el verbo siendo sustantivo -, el pretérito, y el imperfecto. El verbo es la substancia misma del principio; pretérito, siempre es nacido; imperfecto; nace siempre. Por eso Juan, en cada uno de los cuatro primeros epígrafes en los que habla del Verbo, utiliza la palabra erat, sustantivo, pretérito e imperfecto.
En décimo lugar, lo propio del intelecto es recibir su objeto, lo inteligible, no en si mismo, como cosa entera perfecta y buena, sino en sus principios. Es lo que aquí se dice, in principio erat verbum  y verbum hoc erat in principio apud Deum.
En undécimo lugar, el verbo, concepto mental, arte en el genio mismo del artista es aquello por lo cual el artista lo hace todo, y sin lo cual no hace nada en tanto que tal. Es lo que aquí se dice, omnia per ipsum facta sunt et sine ipso factum est nihil.
En duodécimo lugar, el cofre, en el genio del artista y en el mismo arte, no es ni cofre ni hecho, sino el propio arte; es la vida, el concepto vital del artista. Es lo que aquí se dice, quod factum est in ipso vita erat.
En decimotercer lugar, el verbo, en tanto que razón, pertenece a lo racional, que es lo propio del hombre. El hombre es, en efecto, animal racional, y el género humano, como se dice en el primer libro de la “Metafísica”, vive de arte y de razón; así pues el verbo no es solamente la vida: la vida es la luz de los hombres. Es lo que sigue, et vita erat lux hominum.
Además, en catorceavo lugar, el verbo, razón y arte, no resplandece menos de noche que de día, y no ilumina menos lo que está oculto en el interior que lo que se ve en el exterior. Es lo que aquí se dice, et lux in tenebris lucet, a diferencia de la luz corporal que no es ni la vida ni la luz propia de los hombres, que no resplandece en la noche y no ilumina lo oculto en el interior. Más aún, nada brilla en las cosas creadas más que sus razones. Como dice el Filósofo, la razón de una cosa, significada por su nombre, es su definición; y la definición es medio de demostración, o más bien, es toda la demostración que proporciona el saber; es pues constante (7) que en las cosas creadas nada brilla más que su razón. Es lo que se dice aquí del Verbo, que es la luz de los hombres, en otras palabras su razón. Y es también lo que aquí se dice, et lux in tenebris luce, como si se dijera que en las cosas creadas nada brilla, nada es conocido, nada da el saber, más que su quiddité, su definición, su razón.
En decimoquinto lugar, el Verbo, Logos, razón de las cosas, es, en ellas, todo él mismo en cada una de ellas, de tal forma que es no obstante todo él mismo  fuera de cada una de ellas, todo en el interior y todo en el exterior; la cosa está clara en lo concerniente al animal, tanto para cada especie como para cada individuo de la especie. Es por ello que, pese al movimiento, la mutación o la corrupción de las cosas, su razón permanece inmóvil e incorrupta. Nada es, en efecto, tan inmóvil e incorrupto como la razón del círculo que se corrompe; ¿cómo podría la corrupción  del círculo implicar la corrupción de lo que está totalmente fuera del círculo que se corrompe? Así, la razón es luz en las tinieblas –es decir, en las cosas creadas-, no incluida, no mezclada, in-comprendida. Es por ello que a estas palabras, lux in tenebris lucet, se añade et tenebrae eam non comprehenderunt. Es lo que  se dice en el “Tratado de las Causas”, que la causa primera rige todas las cosas sin mezclarse a ellas; la causa primera es la razón de todas las cosas, logos, verbum in principio.
Vemos pues como todo este texto, desde in principio erat verbum hasta fuit homo missus a Deo, se explica por las razones y propiedades de las cosas naturales, y cómo las mismas palabras del evangelista, bien consideradas, nos enseñan las naturalezas de las cosas y sus propiedades, tanto en el ser como en el obrar, y construyen la fe al instruirnos sobre las naturalezas de las cosas. El mismo Hijo de Dios, verbum in principio, es en efecto la razón, y como dice Agustín en el libro VI de la Trinidad, último capítulo, “un arte lleno de todas las razones vivas inmutables, y en el que todos son uno”.

II
Queda aún una cuestión a resolver a propósito de lo dicho, in principio erat verbum. Si en efecto, la primera propiedad del verbo, o Hijo  in divinis, es ser engendrado por el Padre, ¿por qué se dice in principio, y no “a principio”? Hay para ello varias razones.
La primera es que el verbo o arte permanece en el artista aunque se proyecte al exterior en la obra.
La segunda es que lo propio de lo divino es “ser en”, y “ser íntimo”.
La tercera es que el Hijo, nacido del Padre en el inicio, sin embargo nace siempre de él.
La cuarta es que lo propio de la razón es el recibir las cosas en sus principios.
Estos cuatro puntos se han desarrollado en las páginas anteriores.
La quinta razón es que el Verbo, ejemplar de lo creado, no es algo exterior que Dios contemple, como nosotros hacemos con la figura de la pared que sirve de modelo al pintor; está en el propio Padre: in principio erat verbum. Es lo que dice Boecio en el libro III de la Consolación.
Señalemos no obstante que el modelo exterior que contempla el artista no “principia” su obra más que si recibe la “razón” de su forma inherente. Si así no fuera, el ignorante en pintura haría lo mismo que el conocedor, mirando uno y otro el mismo modelo. Hace falta pues que la obra “apud, extra, supra”, devenga obra del artista, “in”, que informe al artista para que haga la obra de arte, según este texto de Luc, I, 35: “Spiritus sanctus superveniet in te”(8), en otras palabras, que el “super” devenga “in”. Es lo que aquí se dice, in principio erat verbum, y a continuación et verbum erat apud Deum; primeramente causa formal, “in Patrem”, y luego forma o causa ejemplar, “apud Patrem”.
La sexta razón por la que el Verbo, el Hijo, es más bien llamado “in Patre” que no “a Patre”, “a principio”, es que la preposición “a” indica la causa eficiente, evalúa y asume la propiedad de lo eficiente, mientras que la preposición “in” evalúa la naturaleza de la causa final. Ahora bien, pese a que Dios es tanto causa eficiente como causa final de todo lo creado, es mucho  más verdadera, primera y propiamente causa final, según lo que dice el Filósofo, que impulsa como al amado, y que el final es primero en el orden de la causalidad, lo que es acorde con el primer absoluto, Dios, que es simplemente causa primera. Además, lo eficiente no actúa más que en la intención del fin, movido por él y a causa de él; es pues “motor movido”, y segundo en el orden de la causalidad, lo que no es propiamente acorde con Dios. He tratado esta cuestión a lo largo del tratado Del Final. Es lo que aquí se dice, in principio, es decir el Padre, erat verbum, y no “a principio”, “a Patre”.
Se deduce que la producción de las cosas al ser viene virtualmente del final, y formalmente de lo eficiente, así pues más radical, anterior, y más noblemente, del final que de lo eficiente. Así la libertad en la voluntad viene de la razón y del intelecto, y, in divinis, la potencia generadoraz conviene es acuerde, in recto y más principalmente con la esencia que con la relación, que es la paternidad.
In principio erat verbum. Si cualquier efecto tiene el ser en un modo más verdadero y más noble en su causa, es sólo en su única causa primera donde tiene el ser absolutamente y simplemente. Es lo que aquí sedice, in principio erat. En cualquier causa distinta que Dios, el efecto tiene tal o tal ser, según si ella misma es tal o tal ser; pero en Dios, que es simplemente el Ser, cualquier efecto tiene el ser, tal como se dice más adelante, omnia per ipsum facta sunt, como se explicará en su momento.
Observemos que, en el Padre, el Hijo es verbo, es decir razón no hecha. En este mundo, no está ya bajo la propiedad de verbo, de razón, de intelecto conocedor, sino bajo la propiedad de ser. En consecuencia el mundo ha sido hecho por él, pero no le ha conocido. Es lo que aquí se dice: in principio, es decir en el Padre,  erat verbum, pero más adelante dice: “in mundo erat et mundus per ipsum factus est et mundus eum non cognovit”, y también, XVII, “Pater juste mundus te non cognovit ego autem te cognovi”(9).
In principio erat verbum. “Antes de la constitución del mundo”, todas las cosas del universo no eran la nada, tenían un cierto ser virtual, como he señalado a propósito del Génesis, “vidit Deus lucem quod esset bona”, Gen. I (10). Es lo que dice aquí, in principio, antes de la constitución del mundo, erat verbum, el efecto en su causa primordial, esencial y original.
Estas palabras quieren también decir y enseñar que hay otro principio de las cosas, de naturaleza más elevada, que es el intelecto ordenando cada cosa natural hacia un determinado fin. Es lo que aquí se dice: in principio erat verbum, el verbo, es decir la razón, dependiente del intelecto y del conocimiento.
In principio erat verbum et verbum erat apud  Deum et Deus erat verbum. Hoc erat in principio apud Deum. Según Agustín, en el libro VIII de la Trinidad, capítulo 6, la justicia, o el espíritu justo, se ve en el espíritu, no como algo modelado fuera del espíritu, o como algo ausente, como se ve Cartago o Alejandría, sino como cosa presente en el espíritu, manteniéndose sin embargo fuera de la justicia misma, cerca de ella, ciertamente semejante, en todo caso, pero sin alcanzarla todavía. Y continúa preguntándose si, y cómo, la alcanzará, la comprenderá, la penetrará, devendrá uno en ella y ella en él; lo que se hará por “su adhesión a la forma misma”. ¿Y cómo podría adherirse a esta forma que es la justicia si no es amando la justicia?
De acuerdo con las citadas palabras de Agustín, atentamente examinadas, hay que señalar, como se dice en el libro II de las Posteriores, que “hay el mismo número de preguntas que lo que sabemos verdaderamente de las cosas. De las cosas, se trata de saber: si son, cuáles son, lo que son, y porqué. Y a estas preguntas responden cuatro expresiones que encontramos aquí en el orden. In principio erat verbum, aquí tienes que es; erat. Cuál es el verbo se indica por las palabras et verbum erat apud Deum, como veremos más adelante. Viene a continuación lo que él es: Deus erat verbum. Y el porqué se expone cuando se dice hoc erat in principio apud Deum
Por ejemplo, dado que la justicia es una cierta rectitud “por la que se da a cada uno lo que es suyo”, los que se mantienen en el exterior y a lo lejos, “en la región de la desemejanza”, oyen sin oír ni comprender, Mat. XIII. Son simulacros, de los que en el salmo se dice  “aures habent et non audient” (11). También se dice en Mateo en el texto citado, “qui habet aures audiendi audiat”(12). Y aquel  que profundiza en espíritu en lo que ha escuchado está dispuesto a la justicia, y ello deviene dulce a su corazón. Sabe desde entonces cuál es el Verbo, porque el Verbo es bueno y suave: “talis est dilectus meus et ipse est amicus meus”(13). El amado, en efecto, dispone al amante. Agustín: “tal es lo que tu amas, tal eres tú”. Y es lo que  aquí se dice: et verbum erat apud Deum. “Apud”, es decir próximo y que afecta: “prope es tu Domine et omnes viae tuae veritas”. El alma no desea nada más intensamente que la verdad, como dice Agustin en las Homélias; y también, en el libro X de las Confesiones: “la verdad es tan amada que todos aquellos que aman otra cosa quieren que lo que aman sea la verdad”. Así, afectado por el Verbo, que es la verdad, sabe bien cómo es, y que es benevolente, pero todavía no lo que es.
Agustín, en el libro X de las Confesiones, dice también: “Has puesto en mí no sé que dulzura”. Y Hugues de Saint-Victor, haciendo hablar al alma, se pregunta: “¿Qué es esto tan dulce que a veces me conmueve y emociona con tanta vehemencia y suavidad que me siento como extraña a mí misma, y que un no sé que me abstrae? Heme aquí de repente extranjera y totalmente otra, y empiezo a sentir mucho más que lo que sabría decir. La consciencia se “exhilariza”, el intelecto se fortifica, el corazón se ilumina, los deseos se regocijan, y yo estoy lejos, no sé donde, llevando en mí, como atrapada en los lazos del amor, algo que no sabría decir que es”. Y es a esta pregunta, qué es lo que es, a la que responde lo que aquí se dice:  et Deus erat verbum. Lo justo, en efecto, verbo de la justicia, es la justicia misma, “Ego et Pater unum sumus” (14), y hemos visto anteriormente que significa la única justicia.
Porque el Verbo es, lo que sigue nos lo enseña: hoc erat in principio apud Deum. En general, el final y el principio son idénticos. No tiene porqué, es el porqué de todo. Apoc. I, “Ego sum principium et finis” (15). Y lo mismo sucede con todo principio y todo principiado en el arte y la naturaleza, más o menos según que una cosa sea más o menos verdaderamente principio de otra.
In principio erat verbum. Moralmente, estas palabras enseñan que Dios debe ser principio de nuestra intención y de nuestra acción: in principio erat verbum et Deus erat verbum. ¿Quieres saber si toda tu acción, interior y exterior, es o no divina, si Dios la obra en ti, si es hecha por Él? Pues mira si Dios es el fin de tu intención. Si así es, tu acción es divina, porque su principio y  su final son idénticos, Dios.
Además, nos enseña que nuestra obra debe ser razonable, y conforme al mandamiento y a la orden de la razón que principia la obra: in principio erat verbum, el verbo, que es la razón. Rom. XII: “rationabile obsequium vestrum”(16) y I, Petri II: “rationabile sine dolo” (17). “El bien del hombre, dice Denys en el cuarto capítulo De los Nombres Divinos, es ser según la razón”, y el mal es lo que excede la razón. Y en el primer libro de la Metafísica se dice que el género humano vive de arte y de razón. Es lo que también dice el Salmo: “multi dicunt quis ostendit nobis bona” (18), a lo que se le responde: “signatum est super nos lumen vultus tui Domine”(19), como para decir que es la razón, impresa en nosotros del rostro de Dios, la que indica el bien. Lo que se hace en conformidad con la razón es efectivamente bien hecho, esto es recto y bueno, y procede del rostro de Dios, de acuerdo con estas palabras: “de vultu tuo judicium meum prodeat” (20). Y Agustín, Del libre arbitrio, enseña que una ley es justa y buena si procede del rostro de Dios, mala e injusta si no procede del mismo.


SINE IPSO FACTUM EST NIHIL

Estas palabras se explican por todo lo anteriormente dicho.
En segundo lugar, su sentido es que nada es hecho por Dios sin razón, sabiduría ni intelecto. El Salmo: “omnia in sapientia fecisti” (21), y también: “fecti coelis in intelectu”(22). Job, V: “nihil in terra sine causa fit” (23). Y Platón: “no hay nada a cuyo nacimiento no haya precedido una causa legítima”. El logos es, en efecto, razón o causa. Es bien lo que aquí se dice: sine ipso, sin el Verbo, que es razón.
En tercer lugar, sine ipso factum est nihil, porque, en Dios, las razones de las cosas son eternas, y porque ellas son el ser de todo lo que está en Dios o ha sido hecho. Como dice Agustín en el libro III De la Trinidad, “nada se hace, ni en lo visible ni en lo invisible, sin orden o permiso de la Corte interior, invisible e inteligible del Emperador supremo”. Es lo que dice el Salmo: “Verbo Domini”, por el Verbo del Señor, que es razón, “coeli firmati sunt” (24). Mateo, XXIV: “Coelum et terra transibunt verba autem mea non transibunt” (25). Todas las cosas creadas, que es lo que significan las palabras “coelum et terra”, son efectivamente cambiantes, pero los “verbos”, es decir las razones de las cosas en Dios, son inmutables. El Salmo: “mutabis cos et mutabunutur. Tu autem idem ipse es et anni tui”, tus años, es decir las razones de los años y de los tiempos, “non deficient nec transibunt” (26). Son en efecto, como dice Agustín a propósito de la expresión del salmo, “numerum dierum meorum” (27), años sin años. 
En cuarto lugar, sine ipso, es decir sin razón, factum est nihil, porque todo lo que se hace más allá de la razón es pecado y nada, vano y estéril, mientras que lo que se hace según la razón es hecho por Dios, en nosotros como en todos. Sepas que el autor de “Todo lo mejor que te suceda por una verdadera razón, es Dios, creador de todo bien”, dice Agustín en el libro III Del Libre Arbitrio.
Resumiendo lo que acabamos de decir, señalaremos que el evangelista, habiendo planteado las cuatro cláusulas en las que se señalan la emanación de las personas divinas y su distinción, se dirige inmediatamente hacia lo que conviene a la naturaleza divina en tanto que absoluto, y empieza por los mismo que escribía Moisés al principio de la Antigua Ley, “in principio creavit Deus coelum et terram” (28). Del mismo modo que el evangelista había establecido abiertamente la distinción de las personas divinas, del mismo modo Moisés lo indica aquí de manera velada, como conviene a esta ley y a este estado. Designa en efecto a la persona del Padre por el nombre de Dios y la persona del hijo por el nombre de Principio: “in principio, dice, creavit Deus”; y en cuanto al Espíritu Santo, dice poco después; “Spiritus Dei ferebatur super aquas” (29). Notemos con que sutileza y conveniencia se dice, por una parte, omnia per ipsum, es decir por el Hijo, facta sunt et sine ipso factum est nihil, y por otra parte, in principio, es decir en el Hijo, creavit Deus coelum et terram. En efecto, la generación del Hijo precede necesariamente a cualquier acción, y en todo, ya sea en la naturaleza o en el arte, en el ser o en el conocer; es así que per ipsum, por el Hijo, omnia, el cielo y la tierra, facta sunt, et sine ipso factum est nihil – “quia ex nullo fecit ea Deus”, II Mac. VII (30) -y es lo que Moisés indica por el término de creación: “in principio, dice, creavit Deus coelum et terram”. La creación es producción ex nihil. Y es lo que aquí se dice: sine ipso factum est nihil. 
Para ver cómo la generación del Hijo precede toda acción, et sine ipso nihil, podemos tomar, en nuestro caso, el ejemplo de cualquier potencia sensitiva o racional. Antes que nada, es necesario que sea engendrada la imagen, fruto del objeto: la vista en acto es otra, pero no otra cosa, que lo visible en acto; son uno, como dice el Filósofo, el generador, lo visible, y lo engendrado en la vista, el padre y el hijo, la imagen y eso de lo que es la imagen, y ambos son coeternos, en tanto que son en acto. Lo mismo sucede en el arte; para que el pintor o el escritor pinte o escriba con arte, es preciso que, en el espíritu del artista, sea engendrado y producido el fruto, la imagen, el hijo de la casa exterior; en otros términos, hace falta un ejemplar para que la casa se haga. Y desde la casa interior, en el alma, se forma la casa exterior, en la materia: no hay una cosa aquí y otra allá, sino aquí y allá una sola y única cosa bajo otra propiedad que las distingue. Como dice el Comentador, si no hubiera materia, el baño en el alma y el baño fuera del alma serían idénticos. Y es fácil ver que lo mismo sucede en todo lo que se hace y ha sido hecho en el cielo y en la tierra. Vemos pues con que propiedad, con que claridad y con que sutileza se dice que Dios creó el cielo y la tierra “in principio”, y que, por el Hijo, omnia facta sunt et sine ipso factum est nihil.
Está claro que estas palabras indican la unidad de substancia, y la distinción y la propiedad de las personas in divinis: aquí el generador, el Padre, allí el fruto, la imagen, el Hijo. Y lo mismo sucede en las cosas creadas en el exterior o hechas, tal como está dicho: “ex quo omnis paternitas in coelis et in terra nominatur”, Efe. III (31).
Aquél que niega que el Hijo sea principio de toda acción ignora pues su propia voz, como se dice de Anaxágoras en el libro I De la Generación. Además, quien niega el tiempo afirma el tiempo, ya que no se puede negar el tiempo más que hablando y que no puede haber palabra sin tiempo. Del mismo modo, en nuestro caso, quien niega que toda acción sea por el hijo y en el hijo afirma que la acción es en el hijo, ya que no podría hablar sin el hijo, fruto e imagen que él engendra en sí mismo, pre-concepto de lo que dice, y que por otra parte no podría ser comprendido por un oyente más que como un fruto, imagen, hijo, engendrado en sí aquel que habla.
Hay que señalar finalmente, que así como tal o cual agente obra esto o aquello, y que tal o cual paciente es formado y producido tal o cual  en el hijo de tal o cual agente, de la misma forma el universo, cielo y tierra, ha sido producido en el hijo del primer agente, que no es ni tal ni cual, sino el Que Es, el Ser mismo, que es Dios. “In principio, en el Hijo, creavit Deus coelum et terram”.

(continúa)

Traducción del latín al francés por Clément Deville

Traducción al castellano por Arturo Pousa 

Publicado en Études traditionnelles (entre  enero-febrero 1953 y abril-mayo 1954)



NOTAS:

1 - Un gran águila, de anchas alas, largos miembros, lleno de plumas y de variedad, vino al Líbano y cogió la médula del cedro. Arrancó las ramas superiores y las transportó a la tierra de Canaan. Ezequiel XVII, 3, 4.
2 - Hace su nido en las alturas.
3 - En las escarpadas piedras.
4 - En las rocas inaccesibles.
5 - Las obras de Dios manifiestan a la criatura Sus secretos, Su poderío eterno y Su divinidad. Epístola a los Romanos, I, 20.
6 - La simiente es la palabra de Dios. Lucas, VIII, 12.
7 - Comprobado y cierto
8 - El Espíritu Santo sobrevendrá en ti. Luc, I, 35.
9 - Padre justo, el mundo no Te ha conocido; pero yo, yo Te he conocido. Juan XVII, 25.
10 - Dios vio que la luz era buena. Génesis, I, 4.
11 - Tienen oídos y no oirán. Salmo CXIII*,6.
12 - El que tenga oídos para oír, que oigan. Mateo, XIII, 9.
13 - Tal es mi bien amado, tal es mi amigo. Cántico de los Cánticos, V, 16.
14 - Yo y el Padre somos uno. Juan, X, 30.
15 - Soy el Principio y el Fin. Apocalipsis, I, 8.
16 - Vuestra razonable sumisión, Epístola a los Romanos, XII, 1.
17 - Razonables, sin engaño, 1ª Epístola de S. Pedro, II, 2.
18 - Muchos dicen: ¿Quién nos muestra la verdad? Salmo, IV, 6.
19 - Señor, la luz de Tu rostro está impresa en nosotros, Ibid., v, 7.
20 - Que mi juicio provenga de Tu rostro. Salmo, XVI, 2.
21 - Todo lo has hecho en Tu Sabiduría. Salmo CIII, 24.
22 - Hizo los cielos en Su Inteligencia, Salmo CXXXV, 5.
23 - Nada se hace en la tierra sin causa,  Job, V, 6.
24 - La Palabra del Señor ha consolidado los cielos. Salmo XXXII, 6.
25 - El cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán. Mateo, XXIV, 35.
26 - Tú los cambiarás y ellos serán cambiados, pero Tú, Tú eres Tú mismo, y Tus años no faltarán ni pasarán. Salmo, CI, 27.
27 - El número de mis días. Salmo XXXVIII, 5.
28 - En principio (en el principio) Dios creó el cielo y la tierra. Génesis, I, 1.
29 - El Espíritu de Dios se movía sobre las aguas, Génesis I, 2
30- Dios hizo todo de la nada, II Libro de los Macabeos, VII, 28.
31 - De lo que saca su nombre toda paternidad, en los cielos y en la tierra. Epístola a los Efesios, III, 15.