A menudo las tradiciones espirituales se comparan a sí mismas a una rueda, que a su vez es uno de los símbolos más universales de la manifestación cósmica. En el caso del Islam, la Shariyah o Ley religiosa ocupa la llanta, la parte que gira de la rueda. Las diferentes Tûruq o vías iniciáticas del sufismo, o mejor dicho, del Tasawuf, son los radios que conducen del exterior al interior de la rueda. En su centro se encuentra la Verdad o Realidad esencial, la Hâqiqa, idéntica al secreto espiritual (Sirr), que es el motor inmóvil que permite y sostiene la existencia de todo el conjunto.
El trayecto que va de la periferia al centro de la realidad, de la multiplicidad exterior a la verdad interior y unitaria del ser, es el de la realización espiritual, la via iniciática, la senda que conduce a Allah. Es el “camino recto” (sirata’l-mustaqim) del que habla la sura de apertura del Corán, la Fatiha, que todo musulmán repite en todas sus oraciones del día, y que sustancialmente se distingue del camino circular que toman aquellos que erran indefinidamente por la periferia o epidermis de la realidad.
A diferencia de los viajes y trayectos que puedan cumplirse en el mundo exterior, éste otro viaje, en cambio, se cumple estrictamente en lo interior; uno emprende la marcha hacia dentro, hacia la unidad, del uno al Uno. Todas las referencias de un viaje exterior ordinario se transponen aquí, simbolicamente, a lo interior, dentro del cual existe toda una geografía por explorar. Bajo este aspecto el sufismo es la Tariqa, la vía, que conduce al ser del exterior al interior, de la superficie al núcleo de la realidad, permitiéndole recuperar, primero, el sentido de la orientación espiritual y después la esencia de lo que es verdadera y eternamente y de lo cual ha perdido casi por completo la memoria. Es éste el verdadero viaje iniciático, el viaje arquetipico del que hablan todas las tradiciones y mitos de la humanidad, ya que en él reposa todo el sentido de nuestra existencia, que no es otro que el que se refiere a la realización espiritual, al cumplimiento de nuestras posibilidades reales más elevadas.