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jueves, 16 de febrero de 2017

EL CENTRO, PREMISAS PARA UNA POSIBLE VIVENCIA ... por Sergey Kitaev Kitaev

Dice el ritual, que los secretos verdaderos del M :. M :. que se han perdido, se encontrarán en el Centro, porque es donde el M :. M :. no puede equivocarse. La interpretación de este postulado casi clásica es que estar en el Centro es estar con el Principio, o, según algunos, con Dios. Lo cierto es que esta interpretación no deja de ser una abstracción, al menos para mí. ¿Cuándo estoy con Dios? ¿Cuándo dejo de estar? ¿Por qué? En este trabajo no pretendo describir la experiencia del Centro que podemos tener en la vida ordinaria, pero pienso que para llegar a tenerla deben cumplirse ciertas premisas, surgir y realizarse ciertos procesos interiores. Posiblemente no diré nada nuevo, pero he aquí un intento de interpretación de este símbolo casi psicológica, inspirada en mi experiencia y trabajos de otros hermanos.

La figura del Centro, aunque en el REAA pertenece al Grado de Maestro, la encontramos desde el Grado de Aprendiz. La manera de movernos en el Templo indirectamente denota la existencia del Centro. ¿Qué tenemos, pues, en el Centro de la Logia? Los tres pilares, que, como dice el ritual, "sostienen la Logia", y el Cuadro de Logia, - que es, podríamos decir, la misma Logia en miniatura. Es decir, en realidad, en el Centro lo tenemos todo, al menos en miniatura y potencia, y el catecismo, dándonos las medidas casi cósmicas de la Logia y diciéndonos que es "Universal", de alguna manera lo confirma. Si partimos de la premisa de que la Logia es una especie de plano de nuestro mundo interior, entendemos que Todo está dentro de nosotros, y ese Todo descansa sobre los tres pilares y tiene unas dimensiones extraordinarias. También podemos ir un poco más allá y suponer, que los pilares son nuestras cualidades interiores básicas, y llegar y permanecer en el Centro es devenir, ser la fuente de estas cualidades, las cuales podríamos denominar Intelecto/Intuición/Sabiduría (son las que conciben), Voluntad/ Energía/Fuerza (estas ejecutan), y Amor/ Compasión/Belleza (y estas adornan). De hecho, para mí no son tres cosas diferentes, sino tres aspectos de una misma cosa, que es la Conciencia activa manifiesta. Y es que es fácil de comprobar: donde se efectúa un acto verdaderamente consciente, necesariamente encontramos;una medida, una planificación y posterior supervisión del mismo acto (Sabiduría), voluntad de permanecer con atención consciente ejecutándolo (Fuerza), y una clara tendencia de hacer el Bien, ya que un acto verdaderamente consciente nunca supone un mal (Belleza). Hasta aquí bien, pero el ritual nos dice, que para permanecer en el Centro, debemos ser Maestros, en otras palabras, hemos de haber pasado por una determinada experiencia interior. Veamos por cual.

miércoles, 1 de febrero de 2017

SOBRE EL HIJO DEL INSTANTE, por Manuel Plana

“No insultéis al tiempo ya que Allah es el tiempo”
Hadith del Profeta (saws)

En el nº 8 de la revista Soufisme d’Orient et d’Occident, un artículo firmado por Bruno Hussein trata del simbolismo del “hijo del instante”, conocida expresión sufí que encierra un mensaje iniciático lo suficientemente importante como para merecer una atención especial, y que brinda también la ocasión de profundizar un poco en lo que supone la concepción sagrada y tradicional del tiempo.
Ante todo cabe señalar el doble sentido del instante, pues, como dice Boecio: “El instante que pasa hace el tiempo; el instante que permanece hace la eternidad”. En efecto, para comprender la naturaleza de este “instante” debe reconocerse primero la diferencia de perspectivas que sobre el tiempo tienen, respectivamente, la tradición sagrada y la ciencia moderna, considerando que, en todas sus formas, ésta última encarna directamente el pensamiento empírico y materialista moderno que la ha producido.

Como bien señala el autor, la concepción ordinaria sólo considera del tiempo su apariencia cronológica; lo concibe como una suma adicional de años, días, horas, momentos e instantes, es decir, como algo puramente sucesivo, cuantitativo, y sobre todo, lineal. Su naturaleza se interpreta como un fluir mecánicamente aritmético, homogéneo y uniforme, extraña, en suma, a toda realidad sensible. Para la tradición, en cambio, el tiempo está vivo, su forma sucesiva y su apariencia lineal suponen su percepción más burda, es decir, su perspectiva más ilusoria; confundir el tiempo con una suma mecánica de momentos y sucesos, es imaginar la vida y el universo temporal como una máquina, como un sistema dinámico pero monótono y cerrado sobre sí mismo, incapaz de auto-regenerarse, lo que desmiente el comportamiento de cualquier ciclo vital y sobre todo el fenómeno de la consciencia humana. Es esta concepción errónea la que ha permitido a la ciencia moderna desarrollar todas sus teorías evolucionistas y progresistas del tiempo, así como las reencarnacionistas que ha consignado todo el neo-espiritualismo de moda inspirado en ellas. Del mismo modo se confunde lo eterno o la eternidad con lo indefinido, es decir, con una suma enorme de tiempo, con una cantidad innumerable de años, siglos o milenios. La reducción sistemática de toda realidad a lo cuantitativo está en la base de todas estas concepciones, erróneas ya desde sus propios planteamientos.