Dentro de la regularidad masónica existen algunas prácticas iniciáticas compatibles con su ritual que algunas logias incluyen en sus trabajos. La ausencia de actividad ritual regulada entre la apertura y la clausura de los trabajos ha dado pie a ello si lo que se pretende es salir del protocolo normal de tipo administrativo más que iniciático. Las prácticas pueden ser variadas siempre que se atengan al grado y a las características de la Orden; los sincretismos, aquí como en cualquier otro contexto iniciático, son funestos para la coherencia y unidad de la vía tradicional en juego y, desde luego, para la salud espiritual del iniciado. La invocación de ciertos nombres sagrados, por ejemplo, siempre ha revestido polémica al tener que elegir. Se sabe que El-Shadai (el Omnipotente) era una fórmula de invocación y evocación ritual entre los antiguos operativos, lo cual ha quedado fijado en algunos grados del R.E.A.A. No obstante, su invocación ritual en las logias actuales presenta algunas dudas a parte de ser muy incierta.
De hecho, si tuviéramos que atenernos a los libros sagrados, es decir, a las tradiciones que la Masonería acepta como compatibles (los que figuran y pueden figurar encima del Altar de los Juramentos), algunos de los nombres sagrados que aparecen en ellos podrían invocarse ritualmente en logia y como parte de la labor iniciática, sólo que cabría afinar muy bien las características simbólicas de cada uno con respecto al grado y a la función, cosa que exigiría una sólida formación simbólica de ambas tradiciones por parte del cuadro de oficiales. Pero aunque así fuera, al tratarse de ámbitos iniciáticos, para invocar un nombre sagrado hebreo, islámico o hindú, por ejemplo, no lo podría decidir el sólo criterio del taller sino el permiso y la transmisión de un representante autorizado de la tradición concertada.
En cuanto a la Masonería misma, cada grado tiene también nombres y palabras simbólicos que podrían usarse para tal menester (Jakin, Booz, Huzei…), solo que su función no está pensada para tal uso, está integrada a la dinámica ritual de otro modo. Algunos talleres ritualizan unos espacios de tiempo dedicados al silencio, externo e interno, el cual aquí toma plena consistencia simbólica en tanto origen y matriz de la palabra, es decir, del Verbo, en el cual está contenido de manera indistinta. No obstante, se había señalado una dificultad que presenta el rito al despojar al sujeto de todo soporte formal de concentración. Ante la dificultad de fijar la atención, es decir, la consciencia en el vacío, que es el complemento espacial del silencio, la atención puede divagar fácilmente de pensamiento en pensamiento sin lograr hacer el silencio y sin poder parar el discurso mental.
Parar el discurso mental es un deseo muy loable pero de doble filo. En el intento la atención sufre, lo logra por unos instantes y vuelta a empezar. La naturaleza mercurial del pensamiento, es decir, de “la corriente de las formas”, lo hace fluido, pesado e inasible como el líquido metal. Recordemos que en el sistema hindú de los Tattuas o condiciones de existencia, sea el Samkya o el Triká, Manas, la mente, es una facultad tamásica, relativa al Guna Tamas, que indica la gravedad, la pesadez, la oscuridad, la inercia y la solidez de lo material. En el propio empeño de parar la corriente mental la consciencia queda atrapada en otra dinámica diferente de lo mismo creando una nueva tensión. Más bien se impone, al revés, apartar la atención del tiovivo mental, aplicar la indiferencia, el no apego, en todo caso, retirar la atención del objeto. La consciencia o la atención consciente “vitaliza”, “vivifica” y manifiesta todo aquello en lo que reposa, y viceversa, se diluye su objeto al apartar su luz de él. Reposar la atención en sí misma es la meditación en sí.
Sin embargo, es cierto que para una atención poco disciplinada como la nuestra, un soporte formal para concentrarse, sea visual (yantras, mandalas), sonoro (mantrams) o táctil (mudras, rosario), es lo que está señalado en todas las tradiciones. Así, alguien que señaló esta dificultad apuntó también la posibilidad de concentrarse mentalmente en la forma del Tetragrama inscrito en el Delta, el nombre más importante del Dios de Israel y el anagrama metafísico del G:. A:. D:. U:.
Si lo que se propone es la visualización interior de las letras hebreas, eso no entra en colisión ninguna con la naturaleza silente del rito. Si se tratara de su pronunciación no sería procedente por romper con la norma del silencio ritual, pero mucho más con el carácter impronunciable del nombre, que por cierto, solo se puede deletrear. Las formas Jehovah y Yahveh no son la verdadera pronunciación del nombre supremo, substituido por el de Adonai en el pueblo hebreo desde la época de los patriarcas.
Otra posibilidad sería aplicar la atención a la circulación del hálito vital, es decir, en la respiración. Ésta puede armonizarse silenciosamente manteniendo una constante rítmica entre la fase expirativa y la aspirativa del ciclo, acompasando suavemente sus movimientos. También puede bi-polarizarse, ya que la verdadera estructura del ciclo es cuaternaria. Después de la fase aspirativa, la primera, le sucede una retención del aire en los pulmones. Después viene su expulsión y después el vacío. Estas cuatro fases elementales sintetizan todo el ciclo vital humano, el de la naturaleza e incluso el cósmico; las cuatro estaciones son un ejemplo, pero también las de todo ciclo movido por dos fuerzas que se complementan. Estas cuatro fases se procuraran igualar en duración. A parte de no romper con la norma de silencio del rito, es la forma más primordial y a mano de concentrar la atención, ligada a la vida misma, pues la función respiratoria es la más fundamental y la que constantemente vincula el Microcosmos al Macrocosmos; cuando uno aspira el otro expira y viceversa en un trasvase perpetuo e indivisible de la misma energía.
Sin duda, podrían encontrarse otras prácticas suplementarias de formas rituales perfectamente compatibles con el rito masónico, como por ejemplo el trazado ritual de figuras y polígonos regulares, los “cuerpos platónicos”, etc… es decir, de símbolos geométricos, perfectamente masónicos por no decir los más. Y en este sentido hay que admitir que queda mucho trabajo por hacer si lo que se pretende es llenar las lagunas de una Orden ancestral con una singladura histórica paralela al destino mismo del mundo occidental.