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Civitates Orbis Terrarum,
Braun Hogenberg (1572)
I. Historia y geografía
Civitates Orbis Terrarum,
Braun Hogenberg (1572)
I. Historia y geografía
La Ciencia sagrada o simbólica, cuyo objeto es la hermenéutica del Kósmos y del Hombre basada en los principios metafísicos, Leyes inmutables que rigen el acontecer vital y el devenir cíclico, abarca diferentes disciplinas entre las cuales la Historia y la Geografía conforman un ámbito de conocimiento ejemplar. Junto con el estudio de las Religiones comparadas, la Geometría, la Numerología y la Mitología, la Historia y la Geografía adquieren un profundo significado cuando nos preguntamos no ya por los orígenes de nuestra cultura sino por su naturaleza, y por el sentido de nuestro mundo contemporáneo, encadenado con el de nuestros ancestros por un hilo sutil que como imagen y expresión de la Providencia religa los acontecimientos históricos en una unidad de sentido de orden superior no sometido al vaivén de la circunstancia.
Hay, pues, cierta necesidad de calificar de “sagradas” unas disciplinas que hasta el siglo XVII, con el auge del Racionalismo y del Empirismo, no necesitaban ser adjetivadas como tal; desde la Ilustración todo lo que tiene que ver con la Ciencia sagrada ha sido devaluado como poseyendo sentido incierto, subjetivo y anecdótico. Ya el Renacimiento, como valor ético y estético, y salvando ciertas corrientes de pensamiento vinculadas a la tradición pitagórica y platónica, anunció el declive de la Ciencia sagrada en favor de una incipiente ilustración en donde la razón era el valor único y excelso bajo el impulso del cual aparece radiante la “verdad” sobre las cosas del mundo. Los studia humanitatis, que hasta el siglo XV aunaban el saber Humanista, dejan paso a un conjunto de nuevas disciplinas cuyos métodos de investigación se incorporan de forma natural a la Academia de las Ciencias, como la Historia, que junto a la Geografía, la Antropología y la Paleografía permiten, a la luz de la también incipiente Filología, pasar de la explicación mitológica a otra basada en hechos comprobables. Todas estas nuevas disciplinas, sobre todo la Filología, han permitido disponer de datos de un valor incalculable, muchos de los cuales hemos utilizado aquí; lo que conviene comprender es el radical cambio de punto de vista que se produce a partir del siglo XV: si hasta ese momento lo que interesaba es “lo que siempre es y nunca deviene”, por tomar una expresión platónica, a partir de esta época el sentido de eternidad se substituye por el de temporalidad; el interés se centra en lo específico de cada tiempo o época, profundizando en lo mensurable, en la complejidad de la diversidad, en las normas sociales y políticas y en la relación contextual entre culturas en contraposición a una visión paradójica y tradicional en torno al símbolo, rito y mito, verdaderos útiles hermenéuticos de la Ciencia sagrada.