Un tema que atañe directamente a todo iniciado y a la entidad grupal que lo acoge en su seno, es la ascesis espiritual, es decir, la efectivización de los grados que posibilitan la realización metafísica, que no es sino la consciencia efectiva del verdadero Sí-mismo, o dicho de otro modo, el reconocimiento de la verdadera Identidad. La palabra ascesis (del griego askeo: me ejercito, practico, ejerzo…) se toma a menudo en el sentido de “ascenso” con el que nada tiene que ver, confusión que aquí, empero, reviste poca o ninguna importancia sabido que la vía espiritual coincide precisamente con un ascenso por los estados superiores del ser; pero el sentido literal vemos que no es ese sino el de llevar a la práctica, actualizar, que es lo propio del rito efectuado conforme al orden de los principios, aunque en ese sentido tampoco deben confundirse los medios con los fines.
La peregrinación hasta el centro, que incluye el pasaje por el laberinto (ritualizado por los tres viajes iniciáticos del Aprendiz –Agua, Aire, Fuego- más la prueba de la Tierra en el Gabinete de Reflexión) necesario a su regeneración anímica, no es un proceso exactamente homogéneo, ni continuo, ni lineal, ni uniforme, porque no es un movimiento cuya direccionalidad sea exclusivamente horizontal. Es continuo pero con discontinuidades, es homogéneo con altibajos y es uniforme pero seguido de ciclos diferentes. Además, el tránsito laberíntico incluye perderse y encontrarse, aproximarse al centro para después alejarse y viceversa según los diferentes meandros de su diseño, idénticos a la propia estructura anímica del ser individual. Como todo ascenso (el de la montaña del Purgatorio o del Paraíso), implica el paso por puntos que no se encuentran en el mismo plano. El salto de uno a otro se produce por rupturas o cambios de nivel; cada uno es, dentro de un mismo estado -el humano aquí- una muerte y un nacimiento que, por pequeños que sean, sitúan al ser en otra perspectiva ontológica de sí mismo; estas rupturas actúan como catarsis (purificación) regeneradora y fácilmente desencadenan crisis y recapitulaciones en la estructura psíquica del individuo, la cual es, de hecho, la materia de la Obra, la Piedra Bruta que devendrá después Cúbica y Cúbica en Punta.