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lunes, 28 de agosto de 2017

NOTA SOBRE MOISÉS Y EL KHADIR, por Manuel Plana

En algunas ramas del tasawwuf islámico se dice que: “Los exoteristas siguen los pasos de Moisés, profeta de la ley exterior, formal; los esoteristas siguen al Khadir, este personaje enigmático, alta figura del Ghayb (el misterio, lo no manifestado), que aparece y desaparece para iniciar a los profetas y santos. En el Qur’an (18. 65-82) Khadir pone a prueba a Moisés por tres veces, cumpliendo actos que contravienen en apariencia a la Ley ...” (1)

Aunque no lo sepa, nadie sinceramente interesado en la realización espiritual ignora a este personaje misterioso, pues, es él y ningún otro el verdadero agente de esa búsqueda y de ese interés todo a lo largo de la vida del individuo; su caracter informal (sin nombre y sin forma, sin genealogía como el Melquitsedek bíblico), ajeno al tiempo humano, señala su estatus verdadero y su única y fundamental función: el despertar espiritual del ser humano.

La omnipresencia invisible y silenciosa del Espíritu toma a veces aspectos enormes, hace que algunas de sus manifestaciones aparezcan como personificaciones de funciones y atributos extraordinarios, aunque en lo “ordinario” también esté presente. El ámbito del Espíritu abarca todas las formas sin quedar condicionado por ninguna, sus prerrogativas son precisamente el no estar condicionado por ningún límite formal, ni individual, ni temporal ni espacial, aunque sea por ellos que se manifiesta. Estar tocado por este Espíritu es estar tocado por una vocación consciente de vivencia espiritual, por un toque de atención profunda y persistente en la búsqueda de la Realidad que sucede a pesar del individuo, de sus limitaciones y defectos, que se impone de algún modo a la naturaleza de su ser, como algo sin lo cual todo absolutamente carecería de sentido y de valor para él.

Todas las manifestaciones del Espíritu reflejan al Espíritu, pero proyectadas en el prisma cósmico y humano y tamizadas por las tres principales tendencias cualitativas de la materia (la ascendente y liberadora, la centrífuga y pasional, y la descendente e instintiva) (2), quedan polarizadas literalmente, como toda expresión de ese Espíritu; su Luz se refleja poliedricamente en las diferentes envolturas materiales del individuo, la forma que toma en este mundo el Espíritu y que le sirve de vehículo; esta diversificación es cualitativa no cuantitativa, estableciendo una jerarquía vertical y un orden horizontal en la naturaleza misma de todas las cosas, no solo humanas sino del mundo mismo, que es más un “cósmos” que un “caos” en la medida que más y mejor conserva el Equilibrio primordial y la sintonia Original (el Dharma universal, la Fitrah o Dîn al Qayyum), es decir, la pureza de este Espíritu, la Presencia (Sakina), que es omnipotente pero al mismo tiempo extremadamente sutil y delicada (Latîf) con las criaturas y con sus servidores, dándoles a cada rato lo que mejor les conviene en relación a su estado sin ellas muchas veces apercibirse.

El Khadir es a la Tradición lo que el Espíritu al Cosmos, el “hilo” de absoluta continuidad de la Gnosis Perpetua, de la Verdad eterna, que ensarta por el centro todas las formas diversas de la Revelación y transmisión espiritual, pero sin estar condicionado por ellas, ni por su forma ni por su historicidad dogmàtica, sino en tanto “espíritu”, “alma” o “esencia” de ellas mismas, aquello a lo que ellas se refieren y transmiten fundamentalmente. Si en el orden “macrocósmico” su papel es éste, en el “microcosmico” no es sino el maestro interior, el verdadero maestro, del que todos los maestros exteriores son imágenes y expresiones diversas, ese maestro que guía nuestros pasos a favor y en contra de nosotros mismos, desde siempre, a través de “toques” y señales de orientación que, en momentos de la vida han sido cruciales. Es el que capta, enseña y dirige desde dentro y orienta desde fuera.

Se dice que su dominio no está regido por las normas del Qutb de cada época, es decir, por la autoridad espiritual visible del Polo, hasta el punto de poder contradecirlas en sus aspectos más formales sin entrar en contradicción con los postulados de su verdad esencial, como bien puede observarse en su encuentro con Moisés. (3) Es por ello que los exoteristas no lo conocen, e incluso lo niegan, encarnando sin saberlo el Rigor de la Ley y nada más (el Jalal o aspecto riguroso de ese espíritu), que abandonado a si mismo y sin compensar su tendencia con la Gracia o Belleza (Jamal), deviene el propio espíritu de negación (Shaytán), el negador, el limitador, el calumniador y el engañador. En efecto, no exageramos nada al decir que el espíritu de la Ley es el espíritu del rigor que pone límites justos a la expansión creadora, y que el rigor separado de la gracia es el principio mismo de la estafa cósmica. Dice Seyidna ‘Aisa: ¿Se hizo el sábado para el hombre o el hombre para el sábado?

En efecto, la ley religiosa por sí misma tiene tan solo un efecto limitador, benéfico y preventivo mientras queda compensado por la Gracia que supone “hacer lo debido y no hacer lo indebido”. Pero el caracter formal de la ley, dual por necesidad, solo llega hasta ahí en relación al individuo, no lo proyecta a otro nivel sino que lo mantiene en el suyo en las mejores condiciones posibles, de ahí su papel basicamente protector. Hace falta un factor diferente y de otro nivel para abrir a lo universal no al individuo en sí (que no es sino una “construcción mental”), sino lo que él vehicula (o es expresión a un nivel), o simplemente llevarlo a una realidad superior más allá de sí mismo. Ese factor es la Baraka iniciática, que no depende de la Shari’a sino de la Haqiqa (la Verdad divina), e incluso no está limitada a nstituciones humanas, sino que forma parte de las prerrogativas de la Gracia divina universal que se dispensa ella misma a quién quiere. 

El respeto por la Shari’a es el respeto lógico por aquello que garantiza la continuidad de la forma en medio del cambio y los flujos constantes de la vida y del pensamiento humano. Pero el foqara se está “despidiendo” de la forma desde que hace el pacto con su Sheikh, para él la forma, la suya y la de la vía, no es sino un medio para acceder a lo informal, es decir, a lo ilimitado e incondicionado, a la luz y al calor puros del Fuego espiritual que ilumina lo mismo que consume las formas de este mundo porque no es de este mundo. De la misma manera que el fuego de la consciencia consume la energía de los cuerpos (hechos de alimento) mientras nos ilumina la vida.
¿Podemos asumir o llegar a creer que nuestra identidad real y más íntima no es de éste mundo? Eso es lo que nos recuerda siempre el Khadir, mientras Moisés nos dice que somos el “rebaño” de Dios. Los dos tienen razón, uno nos habla de nuestro espíritu y el otro de nuestra individualidad efímera, sólo que es el primero el que vivifica al segundo y no viceversa.



1.- Las vías de acceso a la Realidad en el Sufismo. Eric Geoffroy. (www.science-islam.net). Entiéndase que todos los musulmanes siguen al Profeta Muhammad (slaws), pero dado el doble aspecto mismo de su revelación, uno interior (batîn) y otro exterior (zahir), y de la dialéctica bastante molesta que entre los dos se ha generado en el seno del Islam desde la muerte misma del Profeta, es legítimo establecer una relación entre lo que es la Ley puramente normativa y Moisés, y entre el espíritu o esencia de la misma con el Khadir que, como el Espíritu Santo, “sopla donde quiere”. Como el Khadir, Henoch, Melqitsedek, Elias o Jesús son seres que, a la par de espirituales, han desafiado las condiciones humanas y sus normas.

2.- Los tres Gunas del hinduismo: Sattva, Râjas y Tamas.

3.- Se cuenta que cierta vez un peregrino le preguntó al profeta Musa "¿Quién es el hombre más letrado entre la gente?", a lo cual Musa respondió: "Yo soy el más letrado". Inmediatamente Alláh amonestó a Musa ya que no le había atribuido el conocimiento absoluto, al tiempo que le reveló: "En la unión de los dos mares hay un servidor de entre mis servidores quien es más letrado que tú".
Musa dijo: "¡Oh mi Señor! ¿Cómo puedo llegar a él?". Alláh le respondió: "Toma un pescado antes de partir, y lo encontrarás en el lugar en donde pierdas el pescado". Musa partió de viaje atravesando los desiertos junto a su criado Yusha bin Nun, quien llevó un pescado en una cesta hasta que encontraron una roca junto al mar, donde descansaron y durmieron. El pescado salió de la cesta y buscó su camino hacia el mar. Al día siguiente continuaron viaje hasta que Musa ordenó a su criado traer la comida. En tal situación el criado encontró que el pescado ya no estaba en la cesta y le dijo a Musa que seguramente lo perdieron en aquella roca donde habían descansado. Musa notó que era la señal buscada, y entonces regresaron sobre sus pasos, hasta encontrarse con la roca. Ahí vieron a un hombre cubierto con un atuendo. Musa lo saludó. Al-Khidr contestó diciendo: "¿Cómo se saluda la gente en tu tierra?" Musa dijo: "Yo soy Musa", y le pidió permiso para seguirlo y así aprender sobre su mayor sabiduría recibida de Alláh.
Al-Khidr le respondió: "¡Ciertamente! pero no serás capaz de tenerme paciencia, Oh Musa! Yo tengo algún conocimiento que Alláh me ha enseñado y el cual tú no conoces, mientras que tu tienes algún conocimiento que Alláh te ha enseñado y que yo no conozco"
Musa dijo: "Si Alláh quiere, seré paciente y no te desobedeceré en nada". Entonces ambos salieron caminando a lo largo de la playa, ya que no tenían un barco. Mientras tanto pasó un barco cerca de ellos y le pidieron a la tripulación si los podían llevar a bordo. Los barqueros reconocieron a Al-Khidr y los llevaron a bordo sin temor. Entonces un gorrión y se paró en el borde del barco y metió una o dos veces su pico en el mar. Al-Khidr dijo: "Musa, mi conocimiento y tu conocimiento es como la cantidad de agua tomada por este gorrión desde el mar del conocimiento de Alláh". Acto seguido Al-Khidr tomó fuertemente uno de los tablones del barco y lo arrancó. Musa contrariado le dijo: "Esta gente nos ha ayudado y tu has roto su barco". Al-Khidr contestó: "¿No te había dicho que no tendrías paciencia conmigo?". Musa aceptó el error y dijo que lamentaba su olvido.
Siguieron más adelante y se encontraron con unos niños jugando. Al-Khidr tomó la cabeza de uno de ellos desde arriba y la arrancó con sus manos, matándolo en el acto. Musa muy exasperado le dijo: "¡Has matado a una criatura inocente quien no había hecho daño a nadie!". Al-Khidr contestó: "¿Has visto que no puedes tener paciencia conmigo? La próxima vez que me cuestiones deberemos separarnos".
Entonces ambos prosiguieron su marcha hasta llegar con la gente de un pueblo, les preguntaron por comida, pero todos rehusaron ayudarlos y fueron muy hostiles con los peregrinos. Allí encontraron una pared a punto de derrumbarse. Al-Khidr la reparó con sus propias manos, y Musa le dijo: "Si lo hubieras deseado, seguramente nos hubieran pagado por eso y podríamos haber comido algo". Al-Khidr contestó: "Esta es la separación entre tú y yo".
El Profeta Musa concluyó: "¡Quiera Alláh ser misericordioso con Musa! Pudiera ser que fuera más paciente para aprender más acerca de tu historia".
Pero ya era tarde. Khidr explicó a Musa que en adelante debía seguir solo el camino sin poder acompañarle, pues no había entendido la sabiduría oculta de sus actos: "Oh, Musa, lo que hacemos es lo que Alláh nos dice que hagamos. Primero arruiné el barco porque hay un tirano que les roba las barcas a los pobres en esa región. Ese tirano va a morir mañana, y mañana ellos pueden reparar su barca y utilizarla nuevamente. Maté al niño porque Alláh no quería que ese niño causara que sus padres que creen en ti se desesperaran y abandonaran tu religión. Alláh les dará mejores hijos que él. Por último, reparé aquella pared gratuitamente en ese pueblo de malvados pues pertenecía a un hombre que en vida fue muy generoso con los pobres. Cuando murió dejó un tesoro enterrado bajo la pared para sus dos huérfanos, si esa pared llegase a caer la gente vería el tesoro y lo tomarían. La reconstruí para que esos dos niños recibiesen el tesoro después. Tu no entiendes la sabiduría de Alláh." (Fuente: Wikipedia)