En el vasto y complejo mundo llamado Islam, tanto la filosofía, como el sufismo, como la jurisprudencia, como el chiísmo, comparten la búsqueda y acceso hacia la Verdad, en este caso simbolizada por la Revelación de Muhammad. Otra cosa será las vías, métodos, doctrinas y exclusivismos propios, que crearán tanto paralelismos reconciliables como divergencias imposibles de integrar. Partiendo de la base de la elaboración de un “corpus” y entramado genuinos que se forjaron durante los primeros siglos después de la hégira, y que dio lugar al desarrollo de una “cultura clásica” propia del Islam, no fueron ni mucho menos homogéneas las interpretaciones posteriores que se dieron, sobre todo con respecto al estatus, lugar o preservación de la Revelación.
Debido a la creciente asimilación de saberes extranjeros procedentes de la antigua Grecia, apareció la corriente de los falasifa. El Islam de los filósofos planteó serios problemas a la ortodoxia interpretativa que se derivaba de la ciencias tradicionales islámicas, aunque no por eso dejó de tener su culmen con figuras como Avicena o Averroes, que importaron conceptos platónicos y aristotélicos en sus hermenéuticas filosóficas y religiosas. Otra corriente es la que desarrolló una espiritualidad islámica muy elaborada, identificada con el sufismo (tasawwuf) pero que no por eso ha dejado de incorporar elementos filosóficos o gnósticos de otras tradiciones. Entrelazada con filosofías que desarrollaron metafísicas de la luz o del ser altamente simbólicas como las de Avicena o Suhrawardi, tuvo su máxima expresión en el andalusí Ibn Arabi. Pero hubo toda una línea que se opuso a las dos anteriores, además de distanciarse de la teología, y es la que Ibn Taimiyya restauró y que toma su origen en la jurisprudencia (fiqh) estricta que formuló Ibn Hanbal, más centradas en la literalidad e integridad del mensaje revelado, frente a otras supuestas desviaciones, y que en los tiempos modernos ha nutrido concepciones deformadas de la sharia. Tampoco se puede olvidar el chiísmo, que reivindicó la legitimidad propia de la transmisión espiritual y temporal de Muhammad a través de su yerno Alí y continuada por sus descendientes, los Imames. Pero la historia nos dice que en los primeros tiempos se daba una cierta confluencia entre el sufismo primitivo y los elementos chiís.
A continuación se van a analizar brevemente las relaciones entre estas cuatro formas paradigmáticas de pensamiento islámico, no tanto en sus evidentes divergencias sino en los posibles puntos de unión entre ellas.