Páginas

lunes, 25 de marzo de 2013

EDITORIAL PRIMAVERA 2013

La palabra crisis es la que más se escucha por doquier en estos momentos, al ponerse en evidencia el grado de corrupción general de las instituciones y su enorme perjuicio social. Pero ¿qué se entiende por crisis? Quizá un periodo de dificultades que sigue y antecede a otro de bonanza. Pero ese no es el caso realmente. Son muy cortos los períodos de tiempo y muy delimitados los puntos geográficos que no hayan sufrido algún tipo de crisis en este último siglo. Si consideramos la implicación directa o indirecta de Europa y América en este periodo tenemos guerras, conflictos y desastres simultáneos y encadenados de todo tipo hasta hoy (consultar S-XX guerras en Wikipedia) 
Realmente hace mucho tiempo que no salimos de una situación crítica con muy breves pausas de precaria estabilidad. Desde la última revolución industrial todas las crisis se han agudizado y siguen haciéndolo desde la propia eclosión de la modernidad. El mundo moderno no es él mismo sino una anomalía que corrompe todo lo que toca, una crisis permanente de valores espirituales, morales y finalmente materiales, es decir, económicos; la primera no hace sino precipitar la segunda y ésta la tercera. 
Una concepción puramente material de la realidad, y además interesada exclusivamente en explotarla, no hace sino imitar la perpetua crisis de los elementos materiales al reaccionar entre sí, un estado de confusión de elementos. Aún así, es un caos relativo; los dias suceden a las noches, el sol sigue saliendo por el Este y ocultándose por el Oeste; la primavera sigue fecundando la flora y la fauna, y los procesos biológicos no se interrumpen. Es el ente humano quién se ha vuelto literalmente loco. 
Lo económico centra toda la atención y es el único discurso audible en un momento en que precisamente tambalea aquella ilusoria seguridad material que auguraban breves lapsus de bonanza anteriores. La obsesión de lo económico es un filtro mental poderoso a través del cual todo se interpreta y se programa: normas de comportamiento buscando siempre beneficios, intereses, comisiones y réditos de cualquier relación, transacción, intercambio y esperanza. 
La incertidumbre es crisis, pero la falta de certeza  no la compensan miles de opiniones al vuelo; la zozobra y la corrupción se instalan como parásitos en un mundo donde se ha desterrado la Verdad y la nobleza. Quizá llegó la hora de tomar decisiones definitivas sobre un estado de crisis permanente al que ya casi nos estamos acostumbrando; del griego krisis, crisis es decidir, optar por otra dirección que la que ofrece la inercia obscena del mundo moderno, una vía muerta desde su nacimiento y ya putrefacta.

Redacción

sábado, 9 de marzo de 2013

NOTA SOBRE LA BÚSQUEDA DE LA "PALABRA PERDIDA", por H:. Geometría

La idea de que existe o ha existido una técnica operativa reservada y muy secreta de invocación y/o evocación, mediante la cual y por el poder misterioso de ciertos nombres o palabras, pueda convocar inexorablemente la presencia divina o provocar el despertar espiritual súbito y definitivo (y también, entre otras cosas, convertir un sapo en príncipe), es de aquellas que forman parte del folklore de la mayoría de pueblos, y ya se sabe que todo lo que a él respecta contiene buenas dosis de verdad, aunque simplificada, exagerada, encubierta y muchas veces deformada. Es por ello que el tema de la Palabra Perdida se presenta no sin cierta ambigüedad que a algunos fascina pero también conduce por penosos derroteros. 

En efecto, la parte "técnica" u "operativa", mágica dirán algunos, es ciertamente importante en toda forma de iniciación verdadera, y de hecho todo el edificio doctrinal de la misma está dirigido a la realización, sin la cual aquella no deja de ser una preparación simbólica preliminar. Pero, sin menospreciar, al contrario, la eficacia de los ritos, tampoco ha de confundirse esa realización con simples tecnicismos rituales; todo, doctrina y método (1), es un soporte y un vehículo de esa realización, que es puramente interna e intransferible por muchos efectos externos y secundarios que pueda incluir. Y es importante, decíamos, empezando por la invocación e incantación de los nombres divinos, en los cuales se supone que reside la "energía" de lo invocado, y todo lo que se relaciona con ellas (postura, ritmo, respiración, entonación, etc...), distinguiéndose tanto de la pasividad del misticismo religioso, como de la imposturas grotescas de los pseudo-esoterismos de turno. Sin embargo, esa importancia no reposa en los gestos o fórmulas mismos (que pueden variar y adaptarse a diferentes circunstancias), sino en el carácter ritual, es decir, sagrado y sacrificial (sacrum-fácere) de toda operación iniciática, que de no practicarse según esa intención y premisa deja de tener toda eficacia real, comportando la misma idea de "técnica" (tecné: arte) un sentido sagrado (teúrgico) extraño al ordinario moderno.