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sábado, 27 de octubre de 2012

SOBRE LO SAGRADO, LO LAICO Y LO PROFANO EN LA MASONERÍA, por H:. Graal

Quisiéramos destacar brevemente un importante tema de reflexión: el caracter sagrado de los trabajos rituales, así como de la doctrina masónica y los símbolos que la expresan, tema tanto más oportuno cuando ya es un tópico desgastado que gran parte de la Masonería moderna es un reducto del pensamiento laico, ateo y materialista, y por tanto moderno, acaparando de tal modo la atención que ante la opinión pública toda la Orden pasa por ser un baluarte de este tipo de pensamiento, lo cual sabemos que es falso además de incompatible con sus más importantes Landmarks. Para muchos talleres –y obediencias- es cierto que al sentido de los trabajos rituales no le ven ningún caracter sagrado (y ni falta que hace para ellos, que entienden lo sagrado como algo de capilla y sacristía), ni ninguna espiritualidad real, rebajada a una cómoda y mediocre moral democrática de tolerancia y hermandad que no pasa de amiguismo cuando mejor. Los  trabajos, así, quedan asimilados a cualquiera de las ceremonias civiles que efectúa para sus convenios la sociedad profana.

Recordemos que la palabra laico viene del latín “lego“, el que no sabe leer, es decir, el ignorante o profano que no conoce su tradición (especialmente cuando es una tradición del “Libro”), condición que poca justicia hace a un verdadero masón que, aunque sea aprendiz, al menos ya sabe “deletrear”. Es cierto que también se entiende por laico lo que no es directamente religioso y que, en algunos casos, lo laico está comprendido, aunque indirectamente, en la religión o la tradición –ver el budismo o el cristianismo y sus órdenes terciárias- pero también lo es que, de saber el sentido original de la palabra, pocos masones se jactarían de quedar definidos por ella. 

jueves, 11 de octubre de 2012

LA MÚSICA SAGRADA DEL SUFISMO: EL SAMA’A, por Manuel Plana

Se denomina Sama’ a diferentes expresiones de la música sufí, sea cantada a capela o instrumental, también cuando interviene la danza, como el caso de los derviches mewlevy, naqshbandis o de otras cofradías. En la Tariqa Qadiriyya Butchichiyya que hoy presentamos (*), los cantos son a capela, sin ayuda de instrumento alguno.

Las sesiones de Sama’a se realizan en el interior de las zawias sufíes y sirven normalmente de colofón a diferentes ritos grupales del Tasawwf, el verdadero nombre del sufismo. También se dedican sesiones de Sama’a cuando en las veladas grupales el Sheikh se encuentra presente entre los foqara, o cuando se celebran fiestas señaladas, como el nacimiento del Profeta -slaws- (Mawlid al Nabbi), la Noche del Destino (Laylat ul Qadr) y otras.  Las letras del Sama’a son Qasidas, es decir, poesía sufí escrita por reconocidos maestros del Tasawwuf. Normalmente relatan los diferentes estados, situaciones y comportamientos del alma humana en relación a la proximidad o alejamiento de su Señor, expresando bajo la cobertura simbólica del lenguaje amatorio los secretos de la realización espiritual. Precisemos que en el sufismo y el Islam el Señor es una expresión de la Realidad divina en tanto principio espiritual del ser, pero que se evita personalizar al no individualizarse nunca.

A pesar de lo que generalmente se piensa, es este simbolismo del amor espiritual el que se transfiere a la relación hombre-mujer en el momento que se difunden estas expresiones tradicionales arraigando en la cultura popular. El amor cortés de la nobleza caballeresca, el Mester de Juglaría y la Gaya Ciencia de la Europa medieval, incluso los Carmina Burana del Renacimiento y más tarde el Romanticismo, contienen una directa alusión a esto, así como una cierta influencia del sufismo a través de la cultura hispanomusulmana. De la misma fuente, mezclado siempre con elementos populares y étnicos diversos, proviene la música mozárabe, la morisca y el flamenco.