1ra parte. Aspectos fundamentales para una doctrina del Hombre precolombino
Hablar de los principios metafísicos, cosmológicos y mitológicos de las culturas precolombinas desde una perspectiva tradicional necesariamente nos remitirá al plano de lo simbólico, en vista que solo una perspectiva que tome en cuenta los aspectos fundamentales manifiestos en tales principios en su total realidad, es decir los aspectos hieráticos, podrá acercarnos a la cosmovisión que determino el sentido de la existencia y la realización del ser humano en las civilizaciones precolombinas, y de este modo poder establecer una serie de vínculos reales con los fundamentos de la ontología espiritual cultivadas por los hombres de la antigüedad americana.
No sucede lo mismo con las perspectivas del pensamiento secular posmoderno, cuyas metodologías responden, en principio y de manera taxativa, a categorías que están alejadas del pensamiento tradicional debido a su enfoque meramente historicista. Lo que confirmaría que dichos enfoques aparecen más bien como concepciones del mundo escindidas con respecto a las realidades universales. Consecuentemente no poseen el lenguaje adecuado –ni mucho menos la cualidad intelectiva- para poder aproximarse a los fundamentos que hicieron posibles dichas culturas y de esta manera poder comprender el sentido de realización cultivada por aquellas.
Esta sospecha no resulta nada descabellada para un tipo de pensamiento que busca profundizar en los estudios del simbolismo tradicional y de hecho ha sido ya confirmada por ciertos círculos en el seno de la propio intelectualidad occidental. Nos referimos principalmente a las corrientes de hermenéutica simbólica influenciada por los trabajos de Gaston Bachelard, Mircea Eliade o incluso Henry Corbin en el campo del arte, la religión y los aspectos más claves del mito (1). Dichas corrientes han puesto particular énfasis en una acérrima crítica a los fundamentos que sostienen los paradigmas científico-filosóficos establecidos por la cultura contemporánea y su más hipertrófico legado, el pensamiento analítico. Y el resultado de dichos exámenes ha establecido que esta última adolece de las categorías supra-racionales capaces de poder dar testimonio del legado de las sociedades tradicionales, precisamente por ser un tipo de pensamiento reducido a sus meras representaciones empíricas-racionalistas, consecuencia directa de la ruptura de dicha concepción del mundo con la cosmovisión de los mundos antiguos.
Reconocer este aspecto resulta cardinal para poder plantear la cuestión –por lo demás hartamente reconocida ya por algunos sectores del pensamiento contemporáneo más próximos a las perspectivas espirituales- sobre si la intelectualidad que se autoafirma como la depositaria del oficialismo cultural posmoderno no sería sino el resultado de una fase de disolución del intelecto humano, acorde con el punto culminante de una época que ha arribado a un desgaste histórico y que en su desesperado intento por auto-afirmar una existencia caída en el espiral del nihilismo, se aferra obsesionada a un realismo asfixiante, amparándose en la tecnología y las ideologías cientificistas.